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La identidad propia como semilla de la segregación

Petición

General Francisco Serrano.
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20 de julio 2020 - 11:07

El general Prim, como presidente del consejo de ministros, nombraba para Cádiz a José González de la Vega gobernador provincial de forma interina en junio de 1869. Existía el temor de un levantamiento, el cual se produciría en septiembre, tomando la decisión el Gobierno Provincial de destituir a los concejales republicanos de San Roque y de Algeciras para ser sustituidos por miembros del partido monárquico progresista.

Mientras, en el punto de La Línea de Gibraltar, el alcalde pedáneo, Lutgardo López Muñoz, junto a Carlos Bianchi, gestionaban el manifiesto para solicitar la segregación de aquella población del municipio de San Roque.

Exigencias

Gracias al profesor Javier Quintana, es posible saber que los dos vecinos (Lutgardo y Carlos), ya habían solicitado al Ministerio de la Guerra la derogación del Real Decreto de 1862 donde se “prohibía construir y reparar las edificaciones en La Línea”, teniendo una resolución favorable a los intereses linenses, con su derogación el 14 de julio de 1869. Este hecho fue crucial para lanzarse a solicitar la segregación, tanto administrativa (autogestión) como territorial (municipio propio), que se presentaría y expondría ante la Diputación Provincial el 3 de noviembre de 1869. Junto a esta demanda se presentó el informe de San Roque, que se oponía a la separación.

Gestiones administrativas

La solicitud llegó finalmente a la capital de España y allí, un 26 de noviembre de 1869, el general Francisco Serrano Domínguez, en calidad de regente del Reino de España, daba la orden, comunicada a través del ministro de la Gobernación, para que el Consejo de Estado dictaminara sobre la solicitud de 206 vecinos (añadiéndose posteriormente 134, para que el punto de La Línea del Campo de Gibraltar, perteneciente al distrito de San Roque, pueda formar un municipio independiente. El 28 de diciembre, reunido el Consejo de Estado, dicta en favor de los linenses, comunicándose así al Ministerio de Fomento y este a su vez a la Diputación Provincial. Finalmente, el 17 de enero de 1870 la Diputación daba por cumplida la Orden para formar el nuevo municipio. Pero no sería hasta el 20 de julio cuando se haría práctica dicha segregación, al formarse el Primer consistorio, presidido por el regidor pedáneo, Lutgardo López Muñoz.

Exposición de motivos por parte de La Línea

“Entablaron dicha solicitud doscientos seis vecinos de la Línea, adhiriéndose a ella más adelante otros ciento veinte y cuatro: de manera que siendo trescientos treinta los recurrentes y no excediendo de cuatrocientos veinte y seis el número de vecinos de la porción que se intenta segregar ha podido y debido tomarse en consideración esta pretensión, con arreglo al número 2º art. 28 de la Ley municipal, puesto que aquellos constituyen la mayoría de estos. Para demostrar la conveniencia y justicia de la segregación, exponen los interesados que la población de la Línea es doble de la que exige la Ley como circunstancia precisa para acordar semejantes medidas; que consta de ciento treinta y seis casas de mampostería, perfectamente edificadas, y de ciento cincuenta huertos, los cuales, después de satisfacer las necesidades de la localidad dejan un sobrante, que conducido a Gibraltar, constituye una especulación de prodigiosos resultado; que tiene barcas pescadoras, canteras, caleras y fábricas de ladrillos, que ocupan muchos brazos y dan lugar a una ventajosa exportación y que existen en aquel punto, plaza de mercado, tiendas e industrias de muchos géneros que le permiten subsistir independientemente. Alegan también que, mientras San Roque absorbe hoy los recursos de la Línea, la tiene completamente abandonada, pues a pesar de mediar más de una legua entre ambas localidades no hay en la última escuela de niñas, medico, ni matrona, ni se atiende el empedrado de las calles, a su alumbrado, limpieza y ornato; habiendo de acudir los vecinos por si mismos a cubrir algunas de estas atenciones. Manifiestan, por último, que cuenta la Línea con recursos propios para sostenerse con menos gravamen que el que ahora sufren sus vecinos, y que puede señalársele un término proporcionado a su población. Algunos de los recurrentes presentaron después un proyecto de presupuesto municipal para el nuevo distrito en el cual calculando los gastos e ingresos que pueden corresponderles presentan un déficit de ochocientos setenta y un escudos, que se cubre dejando un sobrante de seiscientos veinte y nueve, con la aplicación de un arbitrio que está ya establecido”.

Exposición de motivos por parte de San Roque

“Se hayan agrupadas a la Línea los caseríos de la Tunara, Espigón, Huertas y Huertos; la mayor parte de los habitantes, no han de calificarse de vecinos, porque son transeúntes, y los que no se hayan en este caso están a merced de la autoridad militar, facultada para expulsarlos; de manera que constituyen una población flotante y sin estabilidad, que nunca alcanza el derecho seguro y fijo de vecindad y no pueden concedérsele las garantías que en otro caso le correspondieran. Contribuyen aquellos habitantes a sus cargas municipales con novecientos veinte y seis escudos quinientos cuarenta y seis milésimas para cargo sobre la contribución territorial y doscientos cincuenta y seis escudos trescientas ochenta y ocho milésimas sobre la industrial sumas muy escasas, según el Ayuntamiento atendiendo principalmente a que no se sabe que en la Línea se cuente con otros recursos para levantar las obligaciones que ofrecería la emancipación. No se conoce el termino propio de aquella localidad nunca lo ha tenido; porque es un barrio de la Ciudad acrecentado a impulso de circunstancias deplorables. El espacio que ocupa la Línea es muy reducido y se encuentra dentro de la zona militar de mar y tierra; los propietarios de huertas y edificios están obligados a destruir las fincas y devolver los terrenos, según lo exijan las circunstancias o el Gobierno lo ordene, el caserío, con tales condiciones construido, constituye la riqueza principal de aquella porción, que no cuenta con otras fincas, inscripciones, derechos, créditos, pastos ni aprovechamientos o usos públicos. Sin fábricas, ni industria, ni agricultura, la vida de aquella localidad es precaria y depende de la prosperidad de la colonia a cuyo fuego de cañón está sometida y “de manejos nada aceptables. Allí según asegura la municipalidad, las personas se acostumbran la infancia a ciertos excesos que constituyen delitos, y no se puede calcular el fomento que estos tomarían, cuando los habitantes quedaran entregados a sí mismos...”.

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