La Línea recibe a La Salvaora 150+2
Los linenses celebran su Feria más esperada, que tendrá su momento álgido en su genuino Domingo Rociero
La Línea se viste con sus mejores galas para afrontar su Feria más esperada. No es solo, como sucede en otros cientos de municipios, la primera después de dos años de barbecho por culpa de la crisis sanitaria generada por el Covid-19, sino la que servirá para que los linenses celebren, por fin, la Velada con la que se conmemora el 150 aniversario de la fundación de la ciudad como municipio independiente. Por algo está rebautizada como la Feria 150+2.
Los vecinos de La Línea, los linenses que residen fuera y muchos, muchísimos vecinos de Gibraltar, se preparan para la Semana Grande, que lo es desde su primera edición, más recortada, allá por junio de 1879. La ciudad, siempre acogedora y generosa, muestra más que nunca sus virtudes. No es una opinión interesada. Por un lado por algo está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía. Por otro, los propios feriantes la rebautizaron como La Salvaora, porque era la semana que “salvaba” con el aumento de las ventas y ganancias con respecto a otras ferias del entorno, la economía de estos comerciantes.
Los linenses viven su Feria desde mucho antes del mes de julio. De hecho la elección de las representantes de cada caseta a Reina de la Feria ya supone un acontecimiento en las entidades, como lo es la elección de las dos representantes (juvenil e infantil) del municipio, una responsabilidad que en este señalada Feria 150+2 le corresponde a Paula Quirós y Rocío Sanz. Las largas esperas a pie de escenario da idea de cómo participa la ciudad del acto de Coronación -preñado de solemnidad- que precede a la festiva Cabalgata, que también propicia esperas interminables en los costados de las calles en las que no se instalan sillas por parte del Ayuntamiento.
Después de esas dos jornadas llega el genuino Domingo Rociero, el día del año más señalado para los linenses. El apellido de ‘rociero’ no solo le viene porque es precisamente una misa en honor de la Nuestra Señora del Rocío la que da el pistoletazo de salida a la jornada dominical. Que ya sería un motivo. Pero es que en 1973 la familia encabezada por Emilio Villar, fundadora de la Peña origen de la actual Hermandad del Rocío, fue la que inició, a la altura del domicilio de unos de sus patriarcas, por donde entonces estaba el Cine Cómico, la tradición de ofrecer vino y tapitas de manera gratuita a quienes transitaban por la calle Real, donde hasta entonces el festejo se reservaba al paseo de caballos.
La iniciativa logró tan impacto que en los años siguientes se sumaron a ella entidades que tenían su sede en el centro de la ciudad (caso de, entonces, la Unión Deportiva o el Círculo Mercantil), por el que literalmente era imposible transitar, atestado de paseantes o de personas que bailaban una sevillana tras otra, la mayoría vestidos con trajes de faralaes o ‘de corto’, una costumbre que, sobre todo en el caso de las mujeres, permanece.
La fiesta fue creciendo y el Ayuntamiento la potenció con la contratación de grupos que actuaban en enclaves señalados o la colocación de altavoces que propiciaban que el ambiente no decayese.
A pesar de que ha sufrido infinitas metamorfosis, de que ahora se celebra en las calles, pero también en las casetas y en determinadas barriadas, el Domingo Rociero era y sigue siendo, el día de la hermandad, del reencuentro por excelencia, del abrazo y de compartir. La fiesta que pone de manifiesto la forma de ser de un pueblo que espera, con más ansia que nunca, la llegada del Domingo Rociero 150+2.
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