¿Qué tiene la imagen algecireña de Jesús de Medinaceli?
Juan Francisco Palomo Morales
Circunscribiéndonos a la Semana Santa de nuestra Andalucía, región donde esta celebración alcanza cotas de alta popularidad y tradición, es sobradamente sabido el hecho de que los principales iconos cristíferos de cada ciudad mantienen el valor devocional desde siglos atrás. En este sentido, basta con citar algunos ejemplos archiconocidos para confirmar esta aseveración. Los más representativos los hallamos, sin duda, en el fervor que despierta entre los jiennenses la figura del Nazareno conocido como “El Abuelo”, atribuido a finales del siglo XVI a Sebastián de Solís; la piedad que provoca el Santo Cristo de San Agustín de Granada, atribuido a Jacopo Torni “El Indaco” entre los años 1520 y 1525; la devoción que concita Jesús del Gran Poder de Sevilla cuya autoría corresponde a Juan de Mesa y Velasco en 1620. Cómo no, la veneración que manifiestan los gaditanos por su “Greñúo”, obra de Andrés de Castillejos entre los años 1590 y 1602. También, el misticismo que se produce al contemplar la imagen de Jesús Nazareno Rescatado de Córdoba realizada por Fernando Díaz de Pacheco en 1713.
Todas estas imágenes comparten entre sí una amplia trayectoria devocional, unida al gran valor artístico de cada una de sus hechuras.
¿Y la imagen de Jesús Cautivo de Medinaceli? Es una obra salida de las gubias del imaginero y escultor sevillano Carlos Bravo Nogales. En 1944 llegó a su capilla la imagen de mayor popularidad de Algeciras, arquetipo devocional de su Semana Santa.
Es, por tanto, acertado decir que, en el Titular de nuestra Cofradía, no llega a cumplir el binomio “antigüedad de la talla-notoriedad de su autor”, mientras que en los otros ejemplos anteriores sí se produce esta premisa sin ninguna discusión. Al igual que con el Medinaceli sucede con el Cautivo de Málaga (José Gabriel Martín Simón, 1938).
Por consiguiente, ¿qué tiene y quién es el Cautivo para ti? Bajo mi punto de vista, la respuesta es contundente: "Tiene algo más que te atrae, que no sabes bien qué es, pero que no te cansas de admirar cada vez que posas la mirada en Él, queriendo descubrir algo que está por encima de la interpretación artística, que no puedes comprender, ni tienes palabras para explicar, porque en ese momento sólo se dirige a ti. Sólo te mira a ti. Sólo te habla a ti. Escucha las oraciones sinceras y las plegarias agradecidas y tiene para todos. Él lo sabe bien y habrá recompensa divina".
En definitiva, una sensación, un argumento que va más allá de la religión, una seña de identidad reconociéndolo con el sobrenombre del “Señor de Algeciras”.
Quizás el hecho de que las tres mil pesetas que cobró Carlos Bravo por la realización de la imagen se recaudaran por suscripción popular, bien con las aportaciones directas de los vecinos de San Isidro o mediante rifas, fue premonitorio de su aceptación multitudinaria. El pueblo es soberano y Algeciras ha querido que Jesús Cautivo se convierta en símbolo de su identidad religiosa.
La imagen del Cristo es de las llamadas “carismáticas” por su expresión, su unción religiosa y el porte majestuoso que el imaginero supo imprimir con maestría en esta bendita representación de Cristo en su pasión.
Una obra religiosa debe rodearse del halo místico que debe tener para atraer la devoción del pueblo, y la imagen del Señor de Algeciras lo tiene, sin discusión. Nuestra bendita imagen provoca ternura, "su dolor no se retuerce, lo interioriza con una dulce y tierna expresión. Tiene la mirada cabizbaja y su boca, tímidamente entreabierta…Es tan humilde que cualquiera pensaría en protegerle".
Si hablamos de devoción, entonces habría que pensar en un proceso que ha ido creciendo con el tiempo y, desde luego, creo, tiene mucho que ver con la identificación de los vecinos del barrio de San Isidro con su “Moreno”. Luego, la veneración se ha expandido por Algeciras ante el ejemplo dado por aquellos, a pesar de que, en Andalucía, los Cautivos tienen menos atractivo que los Cristos y los Nazarenos. Mi impresión personal al respecto es que los Crucificados fueron las imágenes de las primeras cofradías y, por tanto, las más antiguas: “El Señor murió por nosotros”. Luego apareció la iconografía Nazarena: “La imagen viviente que coge nuestro sufrimiento humano”. Por último, más modernamente, los Cautivos: “Se ha dejado maniatar para concedernos la libertad”.
Los factores estéticos -calidad de la imagen, atuendo, modo de procesionar, antigüedad, etcétera-, contribuyen al realce de la misma, pero nunca crearían devoción. A este respecto, las imágenes de mayor fervor de la Semana Santa hispalense: Esperanza, de la Macarena; Esperanza de Triana y El Gran Poder del distrito de San Lorenzo "nacen de la intensa devoción en sus respectivos barrios, los dos primeros de naturaleza muy popular, y el tercero, de una burguesía nobiliaria, que luego, y poco a poco, influyen en el resto de la ciudad".
Ya fue comunitaria como he dicho la forma de adquirir la imagen, lo que, sin duda, favoreció la identificación con ella, pues cada uno se consideró dueño de una parte de la talla y el barrio de toda ella, efigie que custodia la Hermandad, pero que también es propia del barrio.
Otro factor coadyuvante, es el carácter popular del barrio de Matagorda (San Isidro), por tanto, muy necesitado en los tiempos de su creación, años cuarenta, que, además, vivían sus habitantes en patios comunitarios, lo que favoreció la devoción al Cautivo por el contacto directo y cercano.
Si bien, la devoción es el resultado directo de los favores que los vecinos isidriles y la población de Algeciras creen haber recibido de esta Sagrada Imagen como respuesta a sus necesidades.
Un Cristo con las manos amarradas, con su pobreza, con sus características, era el espejo en el que se veían reflejadas las miserias y las ilusiones frustradas de miles de personas en aquella época. En definitiva, por extensión, la imagen dejó de ser exclusivamente del barrio para ser de la ciudad.
La talla de metro setenta y dos centímetros, descansa de pie sobre una sencilla peana. Su cuerpo está modelado con pormenores anatómicos, especialmente se han cuidado las partes que iban a quedar expuestas a la veneración. Los brazos están articulados por los hombros y codos para favorecer su vestimenta. El rostro de aspecto moreno, refleja una inmensa serenidad, con ojos ensimismados y a la vez mirando a quien lo mira, los cabellos tallados y boca entreabierta, dan como resultado un prodigio por su expresividad contenida. El poder de sugestión, que es la clave del arte, es aquí máximo. Las manos maniatadas, como si se tratara de un vulgar facineroso, son de una perfección que parecen humanas.
En la Cofradía existe la costumbre, convertida en tradición, que el Hermano Mayor debe estar presente en el cambio del alba al Cristo. Unos días antes a la salida procesional, la camarista sustituye la vestimenta que la Sagrada Imagen tiene puesta durante todo el año por la que lucirá en la salida procesional. En ese momento, se encuentra en la capilla el equipo de mayordomía montando los pasos para la inminente estación de penitencia. Pues bien, cuando la vestidora se dispone a realizar la muda al Cautivo todos los presentes se retiran a la sacristía quedando solamente en el templo la camarera junto con el Hermano Mayor. Entonces, en un silencio sobrecogedor y con una reverente delicadeza, le cambia túnica y alba a Ntro. Padre Jesús de Medinaceli. Todo un privilegio para este cofrade que he tenido la oportunidad de vivirlo, sentirlo y amarlo.
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