La Plaza de Santa María, ¿la Plaza Mayor de Tarifa?
Historias de Tarifa
La plaza no se encuentra en el centro de la población, pero ha sido un lugar importante a lo largo de la historia de Tarifa
Sí y no, según se mire. Siempre ha sido considerada la plaza principal de Tarifa, y no es para menos, puesto que destaca en el cerrado casco histórico por sus dimensiones y por su buena hechura de regulares formas.
Sin embargo, ha adolecido de peculiaridades propias de las plazas mayores, como son ubicarse más bien en el centro de la población y albergar relevantes instituciones públicas locales. El Ayuntamiento se instaló aquí en 1884.
Particularidades y necesidad de una Plaza Mayor
Sabido es el origen puramente militar de Tarifa, que arranca con su emblemático castillo califal, articulador del urbanismo desplegado sobre ese promontorio entre el mar y el arroyo, que discurría por lo que ahora es calle de Sancho el Bravo.
Los barrios de la Almedina y Aljaranda conformaron aquel poblamiento musulmán, de muy angostas calles y contando con esta plaza central, aunque menos espaciosa que la actual, que servía como zoco o mercado.
Con el aumento demográfico, y adaptándose al terreno, el caserío se extendió pendiente abajo hasta traspasar el riachuelo para ocupar la ladera opuesta. La escasez de suelo para viviendas no permitía dejar mucho sitio libre, continuando la plaza de Santa María como la más amplia, aunque excéntrica y en alto. Tenía todos los papeles para haberse llamado Plaza Alta.
Con la mudanza de la ciudad islámica a la cristiana se instauró el modelo concejil y urbanístico castellano. Los Reyes Católicos dispusieron que en la Plaza Mayor debían instalarse el mercado, el cabildo municipal y otras instituciones públicas, así como la iglesia mayor.
Además, este era el marco idóneo para acoger los oropeles de los espectáculos y actos políticos, religiosos y festivos. En suma, que las plazas mayores se erigen como el núcleo vital de la urbe en el Antiguo Régimen: el corazón, por así decirlo. Por todo ello, podemos hablar de que la ciudad de Tarifa ha tenido, y mantiene, el corazón partido en dos: plaza de Santa María y explanada de San Mateo.
La plaza de Santa María ofrece dos requisitos primordiales: amplitud y regularidad, conformando un cuadrado de unos 50 metros de lado en completa planicie. Tradicionalmente, ha sido reconocida como la Plaza Mayor tarifeña.
El Ayuntamiento acreditaba en 1668 que “es la mayor de esta ciudad”; y todavía en 1928 se hacía referencia en la prensa a la “primitiva plaza mayor de nuestra ciudad, hoy Alfonso XII, antigua de Santa María”.
Sin embargo, debido a su situación apartada del centro urbano y la incomodidad del acceso, no era útil como mercado, y para actos públicos, solo de cuando en cuando desde mediados del siglo XVI. Tampoco sirvió para plaza de armas, ya que la guarnición militar tenía su patio de armas en el castillo y las milicias ciudadanas acudían a la plazuela de los Perdones cuando las campanas tocaban a rebato.
Ha venido haciendo las veces de Plaza Mayor, en el sentido de centro neurálgico, esa especie de rellano que conecta la calle Privilegios con la de Sancho IV el Bravo delante de la parroquia de San Mateo. Este fue el templo mayor tarifeño a partir de 1546, lo que comportaba celebrar no solo misas, sino también otras ceremonias públicas diversas, tanto en el interior como en sus puertas.
Además, la casa señorial frente a la iglesia, la que hace esquina en la unión de la calle Privilegios con la Calzada, fue vivienda del corregidor y sede del Ayuntamiento hasta mediados del siglo XIX. En este preciso punto ha venido ocurriendo todo lo importante y solemne en nuestra ciudad, lo que le da un aire de clásica ágora griega, pese a que no tiene de plaza ni un tanto así.
Escenario de festejos
En virtud de su extensión y proporcionada disposición cuadrangular, la plaza de Santa María era el lugar apropiado para festejos como corridas, mojigangas... Por esta razón, su suelo estuvo libre de obstáculos que pudieran dificultar la lidia a pie o a caballo.
Además, las ancestrales fiestas reales de toros solían ir acompañadas del aristocrático juego de cañas, que requería suficiente espacio para las carreras de las cuadrillas a caballo.
Aquí se celebraron hasta 1820 las poco habituales corridas en plaza cerrada, para lo que se delimitaba el coso con talanqueras y se disponían los andamios o gradas para asiento de los espectadores. El Ayuntamiento disfrutaba de un mirador en el primitivo pósito.
En principio, no era más que un sencillo balcón “sobre la pared en que esta ciudad ha visto siempre las fiestas que se han hecho”. En 1632, juzgó un descrédito acomodarse en aquel deteriorado palco, decidiendo su reparación, aunque tardó lo suyo en ejecutarse. Luego, en 1707, se le hizo otra buena reforma.
En la década de 1760 se proyectó reconstruir aquel viejo pósito, si bien la obra no se pudo realizar hasta los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX. El nuevo edificio fue dotado con balcones pensando en que sirvieran como privilegiados miradores. Fueron poco usados porque esta plaza dejó de ser escenario de corridas desde el verano de 1820.
La feria de septiembre también tuvo en Santa María su ocasional recinto, pues se instaló aquí al menos en dos ediciones de las fiestas patronales: los años 1859 y 1862. Claro que no era el sitio más adecuado por lo muy expuesto al azote del viento de levante y por lo distante del mercado de ganados, que se ubicaba en las inmediaciones de la plaza de toros. Desde 1868 y hasta 1971, el ferial estuvo siempre en la Alameda.
Transformación hasta la plaza actual
En tiempos lejanos, esta plaza presentaba un lamentable estado de abandono y suciedad, con parcelas en su derredor convertidas en sucias escombreras. El propio Ayuntamiento denunciaba en 1668 que “hay muchos solares caídos y llenos de estiércol que desautorizan la dicha plaza”. Sus negligentes propietarios eran apremiados para que los reconstruyesen, aunque estos requerimientos caían en saco roto.
En 1836, el “director de reales obras de Tarifa” hizo empedrar la plaza y reformar la fachada del pósito, recomponiendo sus balcones. Los asientos de piedra labrada se colocaron en 1872. Al trasladarse aquí las Casas Consistoriales, en 1884, se renovó el pavimento y los asientos, y se mejoró el acceso con escalones por la calle de la Almedina.
Estas escaleras fueron reformadas en 1887 con pasamanos en ambos costados “para seguridad del público”. No obstante, todavía quedaba una excesiva pendiente, lo que suponía un alto riesgo de caídas.
El empedrado y adoquinado fue reparado nuevamente en 1908 con vistas a la anunciada visita del rey Alfonso XIII, efectuada en marzo de 1909. Con todo, la plaza y su entorno llegaron en unas condiciones deplorables a la segunda década del siglo XX.
Carlos Núñez Manso (1894-1964), relevante político y acaudalado propietario tarifeño, se afanó en la mejora urbanística. En enero de 1928 escribía en el semanario Unión de Tarifa que “al edificar en la plaza de Santa María uno de los Grupos Escolares (…) se urbanizará y saneará aquel espectáculo bochornoso de míseras ruinas existentes”.
En septiembre, una vez comenzadas las obras, un mordaz poema ensalzaba la labor de la piqueta para que “… Santa María / no deba avergonzarse de su plaza / Que era una reverenda porquería”.
Con la profunda remodelación llevada a cabo entre 1928 y 1929, gracias a la iniciativa del dicho Carlos Núñez, siendo alcalde en aquel tiempo, resultó la bonita plaza ajardinada que conocemos hoy. Dejando calzada para los vehículos, se dispuso en el centro un acogedor jardín al estilo de los sevillanos, no en vano, las plantas fueron traídas y puestas por un jardinero de Sevilla, con pérgolas en sus entradas, que ya lucía frondoso en el verano de 1929.
Está dividido en cuatro parterres, con caminos que convergen en una fuente-estanque en forma de estrella, llamada de la Ranita por la rana de cerámica que tiene en cada una de sus ocho puntas. La nueva y flamante plaza se inauguró con dos noches de verbena coincidiendo con las fiestas patronales de septiembre de ese año.
Notables edificios históricos circundan la plaza, destacando el milenario castillo de Guzmán el Bueno, cuya imponente silueta se yergue airosa sobre el rocoso cerro. La iglesia de Santa María, algo retranqueada, ejerció como el principal templo tarifeño hasta 1546; luego fue ermita, capilla castrense, almacén, y ahora está reservada para actividades culturales.
Justo al lado se sitúa el Ayuntamiento, con espaldas en la muralla que da a La Caleta. Casi todo el lateral suroeste de la plaza lo ocupa el edificio del pósito, que ha sido granero, escuela, cuartel de la Guardia Civil... y actualmente se destina a servicios municipales. En el lateral opuesto tenemos el singular edificio de estilo neomudéjar inaugurado como escuela en 1931, y que ahora es biblioteca pública y archivo histórico.
Santa María fue realzada como Plaza Mayor al instalarse aquí la Casa Consistorial, a pesar de lo cual no terminaba de ejercer como punto de atracción de la actividad ciudadana. Seguía condicionada por su no centralidad y la dificultad del acceso, que se podía hacer por el callejón del castillo, la empinada y peligrosa cuesta de la Almedina, y la calleja de la Amargura.
En 1929 se reformó la subida de la Almedina, con tres tramos de escaleras, y la calle Amargura se abrió al tráfico rodado, permitiendo que pudiera llegar a la plaza.
Una misma plaza y muchos sus nombres
De tiempo inmemorial se conoce como plaza de Santa María. En algunos planos históricos es señalada como “plaza de Tarifa”, o también “plaza de la ciudad”.
A comienzos del siglo XIX, las Cortes de Cádiz ordenaron que las plazas principales de todas las poblaciones españolas se nombraran de la Constitución en honor de la de 1812. A partir de ahí fue ostentando distintas nominaciones al albur de los continuos vaivenes políticos.
Durante el segundo reinado de Fernando VII (1814-1833) fue plaza de Fernando VII, después, durante el Trienio Liberal (1820-1823), plaza de la Constitución, y luego plaza Real al reinstaurarse el absolutismo monárquico.
Con la entronización de su hija Isabel (1833-1868), se nombró durante unos años plaza de Isabel II, pero la mayor parte de este reinado se conoció como plaza de la Constitución.
En el Sexenio Revolucionario (1868-1874) pasó a llamarse plaza de la Revolución de Septiembre de 1868, tal como atestigua la placa de mármol milagrosamente conservada y también fue plaza de la Constitución.
Reinstaurada la monarquía borbónica con Alfonso XII (1874-1885), siguió como plaza de la Constitución hasta que, en 1902, el Ayuntamiento decidió rebautizarla como plaza de Alfonso XII. A su heredero, Alfonso XIII, se le dedicó entonces el paseo de la Alameda.
Curiosamente, la plaza aparece nombrada de Alfonso XIII en un plano fechado en 1909 del Instituto Geográfico y Estadístico, así como en postales de la época.
Como era de esperar, la proclamación de la II República en abril de 1931 supuso un nuevo y radical cambio de la nomenclatura callejera tarifeña. Entonces se nombró plaza del 14 de Abril.
La sublevación iniciada el 18 de julio de 1936 contra la República fue otro motivo para alterar los nombres de las calles. Así, en 17 julio 1937, y por acuerdo unánime de la corporación municipal, vino en llamarse plaza del 18 de Julio.
La etapa del franquismo perduró hasta 1975, y con la instauración del régimen democrático la plaza retomó el nunca descartado título de Santa María. Pero también es conocida popularmente como plaza del Ayuntamiento o de la Ranita, por las razones que son evidentes.
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