La central nuclear de Bolonia: 50 años de un proyecto que no prosperó
Medio Ambiente
La Compañía Sevillana de Electricidad emprendió en diciembre de 1973 la tramitación de una planta nuclear con dos reactores junto a la playa tarifeña
A finales de los 70, el incipiente movimiento ecologista hizo frente a la compañía
La moratoria nuclear de los años 80 acabó enterrando la iniciativa
Video: Así ha crecido la duna de Bolonia desde 2011
Un grupo de vacas pasta con parsimonia a escasos metros de la fina arena de Bolonia. A ritmo tranquilo, como se vive en esta zona de Tarifa durante el invierno, el ganado retinto avanza ladera arriba, rumbo al Lentiscal, junto a varios caballos en busca de la hierba humedecida por el rocío de la mañana.
La bucólica estampa aporta enteros al atractivo de la ensenada, presidida por la duna más fotografiada de España y las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia. Pero el paisaje y la economía de Bolonia, recurrentemente elegida como la mejor playa de España, serían completamente diferentes de haber prosperado un proyecto ideado hace ahora medio siglo.
En 1973, la Compañía Sevillana de Electricidad -hoy integrada en Endesa- daba los primeros pasos para promover la construcción de una central nuclear junto a la playa de Bolonia. El Ministerio de Industria de la administración franquista concedió entonces la autorización previa para el proyecto, el primero de los trámites burocráticos, según consta en la resolución publicada en el Boletín Oficial del Estado el 14 de diciembre de ese año.
Sobre el papel, la central nuclear de Tarifa se diseñaba como una instalación dotada de dos generadores de 900 a 1.000 megavatios (Mw) cada uno -refrigerados con agua del mar- de manera que la planta alcanzaría entre 1.800 y 2.000 megavatios de potencia máxima. Una capacidad de generación similar a la de las centrales de Almaraz (Cáceres) y Ascó (Tarragona) que se proyectaban en paralelo y cuyos primeros reactores acabaron entrando en funcionamiento en 1981 y 1984, respectivamente.
La compañía energética preveía que la central tarifeña entrase en servicio en el año 1981 tras una inversión de 32.300 millones de pesetas (194,1 millones de euros al cambio, sin contar con el efecto de la inflación acumulada) y construida con materiales "nacionales y de importación". Sevillana disponía para ello de 200 hectáreas de terrenos en una suave ladera entre los arroyos de la Churriana y del Conejo accesibles entonces a través de pistas militares. A principios de los 70, en Bolonia no habitaban más de 200 personas dedicadas a la agricultura y la pesca.
Sevillana también había puesto sus ojos en la zona del Asperillo, en Huelva, para promover otra central nuclear de similares características. En 1973 acababa de estallar la crisis del petróleo (cuyos efectos llegarían a España más tarde) y el desarrollismo promovido por el Estado demandaba ingentes cantidades de energía. De hecho, el proyecto nacía en paralelo a la industrialización de la relativamente cercana Bahía de Algeciras.
La nuclear estaba considerada en aquel tiempo como una fuente de energía fiable y económica, al calor del desarrollo que ya se había producido en Francia y Japón. Para Sevillana, los proyectos de Tarifa y Huelva iban a suponer la construcción de las primeras centrales de este tipo en Andalucía.
La respuesta del movimiento ecologista
La población civil de la comarca tardó tiempo en tomar conciencia del proyecto que se planteaba en este privilegiado enclave de la costa tarifeña. En parte porque los primeros trámites pasaron inadvertidos hasta que en plena transición a la democracia el incipiente movimiento ecologista abanderó la oposición a la central nuclear.
Así lo recuerda Juan José Silva, jurista y fundador en 1977 de la Comisión de Defensa de la Naturaleza del Campo de Gibraltar cuando apenas contaba con 22 años. "Nació precisamente para tomar como primera lucha la oposición a la central", detalla Silva, con formación sobre el régimen jurídico de la energía nuclear.
"En 1977 aquello no estaba muy bien visto. Éramos unos chavales que nos enfrentábamos a toda una compañía como Sevillana. Un coco al que no se podía toser. Las manifestaciones que se promovieron tuvieron que ser muy comedidas para evitar la acción de la Policía franquista", abunda.
Así, más que a través de movilizaciones, los ecologistas optaron en aquel verano por desarrollar campañas de opinión en las que se embarcaron otros integrantes de los nuevos grupos verdes como el profesor Francisco Javier Núñez, el periodista y escritor Juan José Téllez o el periodista Jesús Melgar, según Silva. Tomaron como símbolo una adaptación del icónico sol sonriente con el lema "Nuclear, no gracias" de la danesa Anne Lund para editar pegatinas y pasquines.
A finales de los 70, la oposición a la central nuclear -también ejercida por el grupo ecologista Agaden- fue analizada en el libro La destrucción del Campo de Gibraltar, de Francisco Javier Núñez. En un capítulo dedicado al proyecto, el autor apuntaba que el primer trámite promovido por Sevillana, el de diciembre de 1973, concluyó sin alegaciones en parte por el difícil acceso a la información que regía entonces y sin oposición por parte del Ayuntamiento de Tarifa, pese a que los munícipes se declaraban como carentes de los elementos suficientes como para tomar una decisión.
"En el fondo de la ensenada de Bolonia, lugar donde se proyecta ubicar la central nuclear, se encuentran las ruinas de la ciudad romana Baelo Claudia. Las ruinas romanas están próximas a la playa, a muy pocos metros del emplazamiento elegido por la "Sevillana" para la central. Estas importantes ruinas fueron declaradas monumento nacional en 1925. En la actualidad se llevan a cabo excavaciones que permitirán restaurar esta ciudad romana, pretendiéndose también que una próxima repoblación forestal haga que Baelo Claudia adquiera el aspecto que poseía en la antigüedad", recoge el capítulo para alertar de otro de los impactos previstos sobre el entorno, el visual.
"Evidentemente, la ubicación de una central nuclear, con todos los riesgos que conlleva, en un municipio deprimido, sólo puede contribuir a aumentar los desequilibrios ya existentes. Se trata de emplazar una industria que emplea una tecnología complicada y peligrosa, sin capacidad para borrar el drama del paro y la emigración, debido a que el poco empleo que genera es para una población activa muy preparada", reflexionaba entonces el también integrante de la plataforma ecologista.
Un proyecto descartado
La tramitación administrativa de la central nuclear de Tarifa continuó al menos hasta el final de la década de los 70, según se desprende de las memorias de actividad de Sevillana de los años 1976 y 1977 ofrecidas por Endesa a consultas de este periódico.
En sendas memorias, Sevillana despacha el estado de la cuestión con apenas un párrafo en el que se apunta a que continuaban a expensas de trámites para los proyectos de Tarifa y Huelva. En estos documentos también se recogen los avances para la construcción de Almaraz.
La compañía Endesa no ha podido ofrecer información sobre el momento exacto en el que decayó la iniciativa nuclear para Tarifa, si bien el semanario Yesca, editado por el Comité Central del Partido de los Trabajadores, publicó en noviembre de 1979 un artículo en el que se hacía alusión a la planta nuclear como un proyecto aún activo al que se le añadía una presa para la dotación de agua dulce necesaria para la generación eléctrica. El partido eurocomunista se oponía por el riesgo de accidente por terremotos, al ubicarse Bolonia en la zona de contacto de las placas Euroasiática y Africana.
En el verano de ese mismo año, el diario El País también publicó un reportaje en el que se apuntaba a que Junta de Energía Nuclear había iniciado un estudio sobre la central para analizar la seguridad y la protección radiactiva, sin que dicho trámite supusiera la obtención de los permisos para levantar la planta. Entonces, el colectivo ecologista Agaden igualmente apuntaba a los posibles terremotos -y sus consecuencias sobre la seguridad del entorno- como uno de los principales argumentos de rechazo.
La oposición a la energía nuclear creció en la sociedad española con el cambio de década. La presión social llevó al Partido Socialista a incluir en el programa electoral con el que concurrió a las elecciones generales de 1982 una moratoria nuclear que acabó entrando en vigor en 1984 y que se mantuvo activa hasta 1997, dando la puntilla a un proyecto que hubiera cambiado para siempre la fisonomía -y la economía- de Tarifa. El turismo que hoy marca el paso en la zona llegaría años más tarde.
"Para la población de Bolonia, entonces en un lugar relativamente aislado y sin recursos, cualquier inversión la veían llovida del cielo. No había información sobre el riesgo que suponía para la seguridad. Nuestra labor era intentar convencerles, pero el medio ambiente en 1977 era cosa de tres chalados aunque la central suponía un peligro para toda la comarca. La mayoría de la población del Campo de Gibraltar no era consciente de lo que se venía encima si se aprobaba la central nuclear. El mayor logro fue que no se construyera", resume triunfal Juan José Silva.
Pasaron los años y los terrenos de Endesa, calificados como suelo rústico, salieron a la venta en septiembre de 2023 por iniciativa de la sociedad patrimonial Bolonia Real Estate, creada en 2005 para aglutinar los numerosos suelos repartidos por todo el Estado. En la actualidad, la pastilla en venta tiene 180 hectáreas ya que en su momento el Ayuntamiento de Tarifa, bajo el mandato de Francisco Ruiz, alcanzó un acuerdo con la propiedad para levantar en la zona la depuradora de aguas residuales que da servicio al núcleo rural.
Actualmente, en España quedan cinco centrales nucleares en funcionamiento con siete reactores, además de una en desmantelamiento y otra en cese definitivo. Permanecen aportando energía al mix nacional Almaraz, Trillo, Ascó, Vandellós y Cofrentes, mientras que José Cabrera está en desmantelamiento y Garoña en cese de actividad definitivo. En total, en España se construyeron una quincena de centrales, varias de ellas con dos unidades.
La Energía Nuclear en España, vista en los 70 como una revolución, representa a día de hoy apenas el 20% del consumo mensual de electricidad, pero se prevé el cierre escalonado de las centrales entre 2027 y 2035, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Mientras, las vacas retintas de Bolonia pastan ajenas a un episodio que hubiera cambiado la historia de Campo de Gibraltar.
El riesgo de morir de éxito
El grupo ecologista Agaden advierte de los riesgos ambientales a los que se enfrenta Bolonia en la actualidad a pesar del paraguas protector que supuso su integración en el Parque Natural del Estrecho, en el año 2003. "Bolonia se salvó de la central nuclear, pero en el presente tiene el riesgo de morir de éxito por una sobreexplotación turística", apunta Javier Gil, portavoz del colectivo conservacionista.
"Hasta la declaración del Parque Natural del Estrecho, Bolonia fue una zona golosa, muy atractiva para los promotores inmobiliarios. Hoy Bolonia no es Atlanterra gracias al parque natural, lo que no quita que tenga graves problemas ambientales que deben abordarse cuanto antes", apostilla Gil.
Para Agaden, Bolonia necesita de una ordenación paisajística, hotelera y de aparcamientos, entre otros aspectos, que contribuyan a su conservación como un paraje prácticamente inalterado. "Creemos necesario un acuerdo entre la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Tarifa y la dirección del Parque Natural para ordenar y planificar el uso que se hace de la zona", conmina el representante ecologista.
Por ejemplo, en materia de aparcamientos Agaden propone un sistema de cupo como el que ya se aplica en varias playas del Cabo de Gata, en Almería. "Todos no podemos llegar con el coche al pie de la playa. Deben crearse unas bolsas de aparcamiento ordenadas y conectadas con un servicio lanzadera para evitar el descontrol que también se traduce en puntos de vertido de residuos. En verano, Bolonia es un caos en el que el turismo puede acabar con un espacio único", según Gil.
La depuración de las aguas de las viviendas aisladas y la conservación del patrimonio prehistórico, con la creación de un parque cultural "en homenaje a Lothar Bergmann" conforman otros ejes de actuación prioritaria para la zona.
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