Ferias, medio ferias y no ferias de Tarifa
Historia
Varias epidemias a lo largo de la historia han impedido la celebración de la Feria de Tarifa o su desarrollo conforme a un programa completo
Tarifa/Desde sus inicios en 1835, la feria de Tarifa ha pasado por los más diversos avatares. En la memoria histórica queda acreditado que ha habido buenas ferias y fiestas patronales, algunas que pasaron sin pena ni gloria y otras tantas más bien desangeladas. Incluso fue suspendida en algunos años por causas de fuerza mayor: epidemias y guerra. Por tanto, lo que está ocurriendo en este 2020 ya se ha vivido antes.
Ferias
El beneplácito para celebrar una feria entre el 6 y el 15 de septiembre se obtuvo tras la terrible epidemia de cólera morbo del año 1834, que aquí acabó con la vida de más de 300 personas y supuso la ruina para la población. A fin de reactivar la muy deteriorada economía local, por real orden de 18 de febrero de 1835 se permitía organizar en los días 7, 8 y 9 una feria o mercado de ganados. Se completaba con la velada, es decir, actuaciones lúdicas y festivas para amenizar el novenario de la patrona, la Virgen de la Luz. De ahí que primero se anunciase como Feria y Velada y después como Feria y Fiestas.
Sin más ni más, desde 1996 los carteles informan de la Real Feria y Fiestas. Que el permiso se conceda en nombre del rey o reina no es razón para titularse Real Feria, por muy respetable que sea su antigüedad o su importancia. Reales decretos se han seguido promulgando sin que se aplique tal distinción al organismo o actividad a que afecte. Pongamos por caso la línea ferroviaria Algeciras-Bobadilla, inaugurada en 1892, cuya construcción y explotación fueron aprobadas mediante reales órdenes. ¿Diremos por ello que es un ferrocarril o una empresa Real? Pues… eso.
Condición indispensable para el éxito de la feria y fiestas en épocas pasadas era que ese año se hubiera recogido una buena cosecha, con la consiguiente abundancia de géneros objeto de compraventa. En el concurrido mercado ganadero se veían entonces muchos apretones de manos cerrando tratos, pues el dinero circulaba con la generosidad que aquellos tiempos permitían. Ejemplos de buenas ferias son: la de 1850, con “el Egío [Ejido] y los Valcerrados coronados de numerosos rebaños”; en la de 1868, la abundante cosecha de cereales auguraba mucha animación, con “traficantes que de todas partes acuden a vender sus géneros”; y la edición de 1930 también resultó exitosa gracias a la insólita coincidencia de darse un buen año agrícola, provechoso para la gente de mar, y con cierta solvencia económica del Ayuntamiento.
Pero de un año para otro se podía presentar un contexto completamente distinto en función de los caprichosos vaivenes de la climatología y su impacto directo en la agricultura. Así, en 1858 la feria no estuvo muy concurrida debido a que la cosecha no pasó de regular; y en 1895 se inauguró con escasa o ninguna animación precisamente por la pésima cosecha y una gran hambruna. A eso se añade que en no pocas ediciones también defraudaron las actividades programadas, como denunciaba en 1927 una poesía guasona: “Nobles, discretos varones / que gobernáis a Tarifa: / ¿qué va a haber de diversiones / para la Feria? ¿Dos sesiones / de cucañas y una rifa?”.
Tres iniciativas dieron a nuestra feria importantes impulsos en distintas fechas. La construcción de la plaza de toros en 1889 supuso un gran revulsivo para revitalizar las entonces algo decaídas fiestas, convirtiéndose las corridas en el principal aliciente para atraer visitantes de las poblaciones cercanas: Algeciras, Gibraltar, Ceuta, Tánger, etc. Otra mejora fue la incorporación de la luz eléctrica en 1901, con lo que se pudo disponer de alumbrado sin temor a que el habitual viento de levante dejara el Real sin luz. El tercer acicate fue la organización de la llamada cabalgata agrícola (¿agrícola?) desde 1914, consistente en un grupo más o menos numeroso de caballistas que, con los fieles de a pie, acompañan a la Virgen en su traslado desde la ermita a la iglesia de San Mateo.
Como un factor asociado al éxito de las fiestas, en las antiguas crónicas periodísticas se ensalza de manera persistente la proverbial hermosura de las tarifeñas, las “saladísimas y gentiles” jóvenes que daban colorido al Paseo y a las casetas. Nunca falta el comentario acerca de “las caras bonitas (…). La infinidad de simpáticas señoritas” llenando la caseta de baile. Incluso se vendía que tal corrida la presidirían encantadoras muchachas, proporcionando una nota extra de belleza y alegría.
Medio ferias
Un buen número de ferias se quedaron a medias por no haber mercado de ganados o porque una coyuntura muy negativa imposibilitaba costear festejos, como ocurrió en 1879. Entonces se consideró suspender la feria, pero finalmente se celebró sin el mercado y reduciendo los gastos a lo imprescindible. Se tuvo en cuenta el beneficio para la economía, pero también el ofrecer alguna distracción a la “laboriosa clase agrícola en los únicos días de descanso que les permiten sus afanosas tareas”.
El temible cólera morbo asiático apareció de nuevo en las poblaciones comarcanas en 1885, por lo que se volvió a suprimir el mercado, sin perjuicio de organizar algunos festejos si el estado de la localidad lo permitiera en los días destinados a las fiestas. Llegado septiembre, hubo actos en honor de la patrona, se instaló en la Calzada el estrado para la banda de música, y se corrieron novillos sueltos por las calles. Aunque las autoridades locales adoptaron severas medidas higiénicas y sanitarias, la epidemia llegó a Tarifa a comienzos de 1886, causando numerosas víctimas durante los meses de enero y febrero. En marzo ya se dio por extinguida y este año sí pudo celebrarse la feria, si bien el mercado de ganados no se restablecería hasta 1887.
Antes de terminar el siglo XIX se vivieron en España momentos muy difíciles debido a las crisis agrícolas y por la guerra hispano-norteamericana que conllevó la pérdida de las últimas colonias americanas y Filipinas. En el dramático año 1898, el concejal Juan Alba Fruzado planteó no organizar la feria ni actividad alguna, limitándose al alumbrado extraordinario de la Alameda. Pero tras analizar detenidamente los pros y contras, se terminó por programar los festejos acostumbrados, ya que “son reproductivos y se caen en beneficio de los industriales y el comercio en general”.
El mercado no terminaba de ser un buen negocio celebrándolo en septiembre, por lo que en 1903 y 1904 se trasladó al último domingo de mayo y lunes y martes siguientes. Así que en esos años se organizaron dos ferias o medio ferias, según se mire, una en mayo y otra en septiembre. Pero tampoco resultó provechosa esta fórmula, volviéndose a la tradicional de hacer coincidir la feria de ganado y las fiestas en septiembre.
Otra etapa de medio ferias fue de 1931 a 1935, durante la II República, ya que las celebraciones en honor de la patrona resultarían bastante conflictivas, consecuencia de la fuerte crispación política. Las fuerzas de izquierdas anticlericales procuraron marginar las manifestaciones religiosas, optando incluso por prohibirlas en algunos casos.
No ferias
La feria fue suprimida en 1854 al declararse epidemia de cólera, adversidad agravada aquí por una inundación en los primeros días de septiembre que causó destrozos materiales y la muerte de un niño. Esta vez, la enfermedad infecciosa no llegó a Tarifa, aunque la alerta sanitaria continuó en 1855, siendo de nuevo suspendida la feria justificándolo en que las personas procedentes de poblaciones afectadas “habrían naturalmente de rozarse con estos vecinos y dar lugar a que se propague la enfermedad”.
Un periodo histórico excepcional fue el de la Guerra Civil (1936-1939), por cuyo motivo resultaron tres años sin ferial. El conflicto estalló el 18 de julio de 1936, y el 12 de agosto ya estaba formada la nueva Corporación tarifeña con alcalde nombrado por la autoridad militar sublevada contra la República. Estando en aquellos momentos en lo peor de la contienda, ni se planteó la posibilidad de que hubiera feria, y apenas se celebró la festividad religiosa. En 1937, siendo alcalde Lorenzo Jiménez González, sí se trató sobre la feria y velada, decidiéndose no celebrarla. No obstante, la Virgen de la Luz se llevó a la iglesia de San Mateo, dedicándole novenario y procesión, se permitió el mercado de ganados, se instaló la tómbola benéfica, y tocó dos días la banda del Regimiento de Infantería Pavía nº 7 de Algeciras. Otro tanto ocurrió en la edición de 1938, con Francisco Terán Fernández como alcalde y jefe local de la Falange. No se montó el Real, pero sí se ofrecieron los oficios religiosos, con la novena y procesión, decorado en la Calzada, música y tómbola benéfica. La Virgen fue traída desde su santuario acompañada por la cabalgata agrícola, que se restableció después de siete años sin organizarse.
En 1941 fue declarada epidemia de tifus exantemático, transmitida por piojos y asociada a la pobreza y la falta de higiene, siendo la provincia de Cádiz una de las más afectadas. En julio se ordenó la suspensión en todo el territorio nacional de cualquier “celebración de ferias, fiestas, peregrinaciones y demás actos análogos que implican concentración o desplazamiento”. A pesar de todo, la enfermedad se expandió ampliamente causando miles de muertos. El contagio repuntó en 1942, si bien parece que se relajaron las prevenciones sanitarias. En esos dos años no se instaló el Real en Tarifa, pero sí se verificaron los festejos acostumbrados en honor de la patrona, incluida la cabalgata agrícola. Además, algo de bullicio también hubo en la Alameda en esos días porque aquí se pusieron la caseta militar y la tradicional tómbola benéfica, además de los habituales cafés de verano.
Con las comprensibles limitaciones de los difíciles años de posguerra, a partir de 1943 se viene celebrando la feria sin más contratiempos serios, hasta este raro 2020 en que nos llega la epidemia del coronavirus o covid-19. Tras consultar con los agentes sociales implicados, la corporación municipal decidió suspender la feria y fiestas. Posteriormente, se produjo la anulación de la prevista X Feria Ganadera. No obstante, la Virgen de la Luz fue transportada el 12 de junio reservadamente desde su santuario a la iglesia de San Mateo, donde se le viene haciendo rogativas. Y no se prevén más actos que la tradicional función de iglesia en que el Ayuntamiento renueva su voto de patronazgo.
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