Retazos de Historia
Javier Fernández Barberá, un pionero en la investigación histórica de Tarifa
Tarifa
A principios del siglo XX volar era una aventura y muchos de los aviadores eran jóvenes procedentes de la caballería que aceptaban el riesgo que comportaba viajar en aeroplanos de contrachapado y tela y con la carlinga abierta. La ruta Larache-Sevilla era difícil por los fuertes vientos de levante y la niebla, una mala meteorología bien conocida en el Campo de Gibraltar.
El 11 de julio de 1929, el capitán Alfredo Castro Miranda se dirigía a Sevilla para casarse, junto con el teniente de caballería Antonio Esquivias, que sería testigo en su boda e iba a visitar a su padre que estaba enfermo. A los mandos del aparato estaba el capitán Ricardo Guerrero, con contrastada experiencia.
El vuelo transcurrió con dificultad por el fuerte viento de levante. Una vez superado Facinas, el avión atravesó un bache y el piloto trató de controlar el aparato. Una vez recuperado el control se volvió para decirles a sus compañeros “de buena nos hemos librado”, pero se dio cuenta de que no estaban ninguno de los dos.
El artista de aviación Reinaldo Murilla realizó un dibujo en el que se muestra al capitán Guerrero intentando controlar el avión y cómo los dos aviadores cayeron del mismo. Al intentar sujetar a su compañero Esquivias, Castro Miranda rompió el cinturón y el peso de ambos hizo que rompieran los cinturones y cayesen al suelo de plomo, ambos abrazados.
El avión, un Breguet XIX no podía aterrizar debido a que el terreno no lo permitía, así que voló hasta Sevilla para comunicar la noticia. Seguidamente se inició una labor de búsqueda y rescate de los cuerpos en la que participó el capitán Guerrero.
Tras una ardua búsqueda que los llevó por Medina Sidonia, Benalup y el Campo de Gibraltar, encontraron los cuerpos destrozados, agarrados en un montículo a las afueras de Facinas. Tenían el cinturón atado, pero roto.
La investigación posterior dictaminó que cuando cruzaron el bache, mientras el capitán Guerrero controlaba el avión estaba sujeto por el cinturón, lo que salvó su vida. No fue así en el caso de Esquivias y Castro Miranda. Uno de ellos se soltó y fue agarrado por el otro, pero la fuerza del viento y el peso de ambos arrancaron el cinturón que les quedaba. Ambos cayeron juntos de una altura de 1.400 metros aproximadamente. Por eso los encontraron abrazados.
El hallazgo de los cadáveres fue de noche, y se informó a Algeciras, Sevilla y Cádiz. Una ambulancia salió para recoger los cadáveres y llevar los restos al aeródromo de Tablada, en Sevilla. Desde entonces el lugar se llama el Cerro de los Aviadores. Está localizado a las afueras de Facinas (Tarifa) en una finca privada.
En el lugar la familia de Esquivias levantó un monolito que recuerda este suceso, al lado levantaron otro más pequeño en memoria de Castro Miranda. El otro monolito está desmoronado a causa del tiempo transcurrido.
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