Historia de una portada. La fachada central de la iglesia mayor de San Mateo de Tarifa

Retazos de Historia

El templo estuvo desprovisto de fachada hasta finales del siglo XVIII, a pesar de varios intentos de edificarla 

La fachada fue construida con un material deleznable, el biscorniz, por lo que se tuvo que sustituir su columnata entre los años 1966 y 1967 por otras de distinto material y composición del resto de la portada

Javier Fernández Barberá, un pionero en la investigación histórica de Tarifa

Detalle del segundo piso, con sus columnas laterales y en la zona central la escultura de San Mateo.
Detalle del segundo piso, con sus columnas laterales y en la zona central la escultura de San Mateo.

Las primeras noticias sobre la iglesia de San Mateo

Tal y como documentó en su tiempo el sacerdote e investigador Martín Bueno Lozano, la existencia de un templo dedicado a San Mateo, patrono de Tarifa, y en cuya festividad se había ganado la población a los benimerines, un 21 de septiembre de 1292, se remonta al menos al año 1399, igualmente conocemos que ante sus puertas se realizó, el 22 de febrero de 1448, la toma de posesión de la villa por parte del Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez.

Durante el señorío de los Enríquez de Ribera, concretamente en el periodo el gobierno de Francisco y Fadrique se realizaron las primeras obras de reedificación de un nuevo templo que fueron financiadas por el convento de los jerónimos de Bornos, y que todo indica ya estaban comenzadas en el año 1509 y para las que los jerónimos debían aportar 600.000 maravedís, que representaban una gran cifra para la época, en transacción realizada entre el convento y Fadrique Enríquez de Ribera.

Vista General de Tarifa. Tarifa in Andalusia the Julia traducta of the antients. 1726. I. C. G. Catalunya.
Vista General de Tarifa. Tarifa in Andalusia the Julia traducta of the antients. 1726. I. C. G. Catalunya.

Pero a mediados del siglo XVI las obras quedaron interrumpidas, la tradición tarifeña señala que quedaron inconclusas por el pleito iniciado por los vecinos contra sus señores para la devolución de las dehesas ocupadas en término y por la vuelta de la población a la consideración de realengo, por la que pedían la abolición del señorío y el retorno de la entonces villa a la jurisdicción de la corona. Últimamente se ha apuntado por Juan A. Patrón, en su monografía sobre Las iglesias y cofradías en Tarifa (2022), que en realidad la no culminación de las obras se debió a que se habían agotado la cantidad aportada por los jerónimos de Bornos, ya que la casa nobiliaria de los Enríquez de Ribera se había desvinculado de la obra desde los primeros momentos, recayendo el coste de su edificación, únicamente, en los jerónimos bornenses. Fuera lo uno, lo otro o una combinación de ambos factores, la iglesia se vio desprovista de fachada, campanario, portada lateral o de los Perdones, algunos capiteles de los baquetones insertos en los pilares interiores y algunos de los pináculos, pero lo peor es que tampoco se finalizó la techumbre con el consabido tejado a dos aguas, por lo que el templo aunque cubierto con las magníficas bóvedas de estrellas, se llovía, así al menos quedaba constatado en un conocido Manuscrito que describe los Centros y dependencias religiosas de Tarifa, escrito en el año 1819, y cuyo análisis se publicó en 1990 en la revista Almoraima “… dicha Iglesia no fue del todo concluida pues el campanario le faltan dos fachadas y las bóvedas quedaron solo de cantería en términos que se llovía fuertemente hasta que Pascual Moreno Cordero mayordomo de fábrica de dicha Iglesia las cubrió con ladrillos”, el Manuscrito señala, igualmente, recogiendo la tradición, que la razón era la solicitud de los vecinos al rey Felipe II de que “se le quitará el señorío” a los Enríquez de Ribera “ y lo hiciera de realengo como lo consiguieron”.

Con todo el interior del templo presentaba un soberbio aspecto, de forma que el miércoles 21 de agosto de 1547, según publicó Francisco Terán Fernández en la revista Carteya (1977), se inauguró la capilla del coro, aunque el mismo autor indica que ya tenía referenciado el coro en el año de 1541.

San Mateo en 1567. Sin fachada, ni campanario. Se observa perfectamente como destaca el crucero.
San Mateo en 1567. Sin fachada, ni campanario. Se observa perfectamente como destaca el crucero. / KAGAN, Richard L. y otros. (2008). Ciudades del siglo de Oro. Vistas españolas de Antón Van den Wyngarde. Edc. El Viso. Pág. 293.

Un aspecto monumental auspiciado por la altura del edificio, la alternancia de arcos góticos “fajones y formeros”, que delimitan bóvedas de sexpartitas y de terceletes y que fueron ya alabadas por un Cronista Anónimo de Tarifa a comienzos del siglo XVII “Tercera y mayor parte es la que decimos Tarifa y en ella se comprehenden las otras dos tiene por iglesia mayor el templo de San Mateo que ansi de grandeza como de proporción de altura es uno de los mejores que en gran parte se puede hallar con grandes y altas capillas de maravillosa labor de cantería con figuras muy artificiosas y bien hechas“.

Unas alabanzas de las que también participa Francisco Terán Fernández, Cronista Oficial que fue de la ciudad de Tarifa, quien señaló, en su ya mencionado artículo, que el propio rey Alfonso XIII, en su visita a la población en 1909, comentó que el templo era una “verdadera catedral”, por lo que no dudó en llamar a su artículo “San Mateo esa pequeña catedral de Tarifa”.

La edificación de la fachada principal de San Mateo a finales del siglo XVIII

Definitivamente hubo que esperar al año 1774 para el inicio de las obras que, fueron dirigidas por el arquitecto gaditano Torcuato Cayón, y que contó con la ayuda en su ejecución de los maestros Carlos Hermida y Bernardo Cabrera, mientras que las columnas fueron talladas de una sola pieza por el maestro Juan Lorenzo Gallego, tal y como detalló en el año 1992 en los Cuaderno Divulgativos sobre Tarifa (1992), y posteriormente en un artículo publicado en la revista Aljaranda (1999), donde se analizó la Memoria Histórica de la iglesia de San Mateo escrita en 1886, en concreto en la segunda parte del estudio, donde se recoge también el coste final de la obra que ascendió a 159.376 reales.

Retrato de Torcuato Cayón. Cuando se compuso tenía 32 años. Era rubio, con pelo largo que le cubre las orejas al gusto de la época y no porta la peluca blanquecina tan de moda en la época.
Retrato de Torcuato Cayón. Cuando se compuso tenía 32 años. Era rubio, con pelo largo que le cubre las orejas al gusto de la época y no porta la peluca blanquecina tan de moda en la época. / Autor Anónimo. Catedral de Cádiz.

Coste final que ya se había dado a conocer en el citado estudio de 1990, y donde se recogió, igualmente, el texto epigráfico tallado en una cartela que se levanta sobre el arco de entrada: “ Se principió esta obra siendo obispo fray Tomas del Valle y se remató siendo obispo fray Juan Bautista Cervera, siendo vicario Luis Bermúdez y Mendoza y Mayordomo de Fabrica Blas de Montañana 1778 fue maestro de la obra Carlos Hermida”, a los que hoy día se une el nombre del maestro Bernardo Cabrera. Costes y características estéticas de la portada que más actualmente han sido profusamente estudiados por Andrés Bolufer en Almoraima (2006) y Juan A. Patrón en su ya referida monografía.

Interior y bóvedas de San Mateo, de bella tracería gótica.
Interior y bóvedas de San Mateo, de bella tracería gótica. / Javier Criado

A la vez que la fachada, también, se remató la torre campanario, de diseño cuadrangular, con sillares en las esquinas. En llamado cuerpo de campanas se abren cuatro balconadas con arcos de medio punto en los que sitúan las campanas de volteo y que están enmarcados por juegos de dobles pilastras simples, por encima se sitúa una cornisa con pináculos en las esquinas y en la zona central una cúpula de media naranja.

Como los costes superaron ampliamente los recursos financieros de la llamada “fabrica” de las iglesias de Tarifa, es decir del organismo encargado que gestionaba los ingresos y gastos que generaba una iglesia, para utilizarlos en su conservación, reparaciones, ornamentación, culto, salario de los servidores, etcétera, el material que se utilizó para la realización de la fachada no pudo ser el noble mármol, ni siquiera la humilde piedra ostionera, fue el biscorniz o marga, y cuya procedencia hace algunos años referenciaron, verbalmente, como procedente una cantera abierta a pocos pasos de la ciudad, en la llamada cantera del Retiro, aunque ello solo sea una referencia insegura.

El material empleado en la obra: el biscorniz, un material fácilmente erosionable

El tiempo no perdona y aunque a finales de los años setenta, principios de los ochenta, la inscripción epigráfica, de la autoría de la portada, todavía podía leerse, ésta ha ido desapareciendo como lo hace un borrador con lo escrito en una pizarra y no solo eso, actualmente gran parte de la portada se encuentra muy erosionada, de sus paredes se desprenden láminas enteras de los sillares que la componen, estando en muy grave situación los muretes del monte sacro y los pináculos que se encuentran entre ellos, la situación ha llegado al punto de colocarse redes de protección para que los cascotes de piedra que caigan no interrumpan el normal acceso al templo.

Y de todo tiene la culpa, no la meteorología tarifeña, que expone sus partes más altas al azote del viento de Levante, su lateral norte a las humedades que surgen al no llegarle plenamente los rayos y el calor solar, y su fachada principal expuesta a los temporales de poniente y a los contrates térmicos sobre todo en primavera y verano, épocas en las que se encuentra más horas expuesta al sol. De todo, tiene la culpa el material empleado en su construcción, el biscorniz, un tipo de piedra que corresponde a una marga, o roca sedimentaria compuesta de calcita y arcillas, muy poco resistentes a la erosión. En nuestro caso esas margas se obtuvieron de un tipo de estructura geológica muy frecuente en el término y en el subsuelo de la propia Tarifa, los flichs, que poseen una doble estructura o combinación de rocas duras como las calizas, las pizarras y las areniscas, y de blandas como las margas, en geología conocido como la unidad de flichs de Algeciras.

Las primeras en sufrir las consecuencias de la erosión fueron las columnas que tuvieron que ser sustituidas por otras de distinta composición y estilo.

La sustitución de las columnas

Según datos de Francisco Terán, publicados en el referido artículo de la revista Carteya (1977), entre los años 1966 y 1967, siendo párroco de San Mateo, José Luís Mainé Vaca, fueron retiradas las viejas columnas, sustituidas por otras de piedra blanca caliza, traídas desde la Sierra de Elvira en Granada, trabajos auspiciados por cuenta de la Diputación Provincial de Cádiz, presidida entonces por Álvaro Domecq y Diez. Unos trabajos que se encomendaron al maestro marmolista local Antonio Braza Navarro. La obra ascendió a la cantidad de 499.000 pesetas, una elevada suma para la época.

Hoy se añaden a esos datos que en la restauración de la fachada tuvieron un destacado papel el maestro cantero tarifeño Francisco, “Curro”, Panes Castro, que labró las columnas, lo que da muestras de una depurada técnica, propia de un escultor y el marmolista José Araujo Espinosa, a quién en su trabajo se le tomaron diversas fotografías, algunas de las cuales, gracias la generosidad de su hijo Chano Araujo Ponce, podemos exponer en este artículo, José Araujo tuvo también un gran protagonismo en las labores de colocación de las vidrieras a finales de los años cincuenta.

Colocación de las nuevas columnas en la portada de San Mateo.
Colocación de las nuevas columnas en la portada de San Mateo. / Archivo Chano Araujo Ponce

El blanco de las nuevas columnas y su estilo totalmente clasicista, contrastan notablemente con el planteamiento barroco del resto de la fachada original y su color que varía entre el marrón pardo, el marrón ocre y el marrón dorado.

De forma, que, hoy día, para estudiar el entramado arquitectónico diseñado por Torcuato Cayón y llevado a efecto por Carlos Hermida y Bernardo Cabrera, debemos describir las columnas primitivas y para ello debemos acudir a fotografías de la portada anteriores al año 1966.

El problema de las fotografías de la fachada de San Mateo y la fotografía de Lucien Roisin Besnard

Por supuesto existen fotografías de la portada de San Mateo anteriores a 1966, las más antiguas corresponden a vistas de la Calzada, pero las más frecuentes son postales fotográficas de las ediciones de García Sillero y de los impresores locales como la casa Rufo, pero carecen de definición, existen dos vistas con mayor definición ambas de la llamada colección Loty, pero insuficientes para una identificación pormenorizada de los elementos, sobre todo las columnas y la figura de San Mateo, una insuficiencia en el detalle que también posee la existente en el Archivo General de la Administración y que para mayor dificultad presenta en primer plano los astiles de las banderas que se colocan al píe del atrio en las festividades patronales de septiembre. Mucha mayor definición presenta la fotografía de la fachada tomada desde las cercanías del Casino Tarifeño, es decir desde una perspectiva novedosa y que permite identificar varios elementos arquitectónicos, publicada en ya anteriormente señalado artículo de Francisco Terán en Carteya, y que muy posiblemente forme parte de la colección familiar.

Pero sin duda, la fotografía realizada por Lucien Roisin Besnard, entre finales de los años veinte y comienzos de los treinta del siglo pasado, es la que hasta el momento da una visión más clara y completa de la portada retablo diseñada por el genio de Torcuato Cayón.

Portada de San Mateo recogida en la revista Carteya (19).
Portada de San Mateo recogida en la revista Carteya (19). / Gentileza Juan Ignacio de Vicente Lara y Mercedes Ojeda Gallardo

En ella puede observarse como las columnas son de orden compuesto (conjugando en su capitel las volutas jónicas con las hojas de acanto corintias), el fuste (parte cilíndrica de la columna comprendida entre la base y el capital, o sea el tronco de la columna), se levanta sobre la base típica de toro (moldura circular convexa) y escocia (moldura circular concava), se halla dividido en dos partes, el tercio inferior, denominado imoscapo, presenta multiplicidad de finas acanaladuras de ángulos matados, con estrechas estrías redondeadas, y está separado del resto del fuste por una banda de guirnaldas de paños, que penden ligeramente curvadas de unos medallones de los que surgen unos filos hilos en serpentina. El resto del fuste presenta estrías redondeadas de más tamaño, probablemente en número de veinticuatro, que, de nuevo, son acanaladuras de ángulos matados y estrías redondeadas. Cerca del capitel una nueva y fina banda de guirnalda de paño en forma de cordón, del que penden medallones en forma de flor de seis pétalos, y unos lazos de paño.

Las columnas del segundo piso son, igualmente, de capitel compuesto presentan un fuste liso, eso sí con una fina banda ondulada que separa el imoscapo del resto del fuste, que, en la parte cercana al capitel, presenta una nueva guirnalda de paños, sujetos por medallones o escarapelas, de los que surgen hileras de paños en forma de corbatas.

La fotografía permite leer en gran parte la cartela central con el texto epigráfico de los autores de la obra.

Muy importante es el detalle de la figura de San Mateo que se abre en la hornacina central del segundo piso, una hornacina semicircular, con arco de medio punto, en el que se sitúan las cabezas de tres querubines y que tiene como cubierta una concha o venera.

Portada de San Mateo.
Portada de San Mateo. / Lucien Roisin. IEFC. Archivo del Autor.

La imagen de San Mateo, es muy distinta de la otra imagen del santo patrón de Tarifa, igualmente barroca, que se conserva actualmente. Es de pequeña altura, aproximadamente un metro y medio, se presenta de píe y de frente, con un suave contraposto, en el que la pierna derecha se halla en tensión, sosteniendo el peso del cuerpo, mientras que la izquierda, a pesar del ropaje que la cubre, se encuentra ligeramente adelantada y flexionada, dando sensación de movimiento. El brazo derecho, del que parece falta la mano, se abre al frente formando un ángulo recto, mientras que el izquierdo recoge el manto. El rostro representa a un hombre en edad madura, con barba, todo parece indicar que partida y pelo corto a la romana, con una figuración serena que transmite espiritualidad, se haya tocado por un nimbo circular. Viste túnica y un manto ceñido sobre su hombro derecho, que le cubre casi todo el cuerpo y que presenta números pliegues angulosos, solo quedan fuera de su cobijo el brazo derecho, parte del izquierdo y la mayor parte del torso o pecho, en resumen, una talla barroca. Todo apunta a que la imagen se encontraba repintada, tal vez de cal, tal vez de calamocha, pero no existe ni un solo atisbo de policromía y según me refirió el antiguo sacristán de San Mateo, Sebastián Rodón Guerrero, al retirarse se comprobó que era de madera tallada y que estaba completamente podrida.

Conclusión

La historia es así de compleja y al mismo tiempo así de simple, cuando el análisis de un documento o de una imagen parecen imposible, bien por su desaparición o bien por su falta de visibilidad, aparece un documento, un dato, que completa el hueco en la historia, en nuestro caso la fotografía de Lucien Roisin Besnard, que nos permite ver la hermosa fachada tardobarroca del gran Torcuato Cayón de la Vega.

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