Javier Fernández Barberá, un pionero en la investigación histórica de Tarifa
Retazos de Historia
Militar e historiador, fue el comandante del llamado como el "batallón de los arqueólogos" ya que se apoyaba en los militares de diferentes oficios para sus investigaciones
El Álava 22 se convirtió en algo más que un regimiento de Infantería, durante años ejerció de garante y mantenedor del rico tesoro que representaban la fortaleza califal y el pequeño pero coqueto Mueso de la Isla
El Distrito Marítimo de Cádiz y la Provincia Marítima de Tarifa (1764-1765)
Tarifa/Hoy quiero rendir un homenaje a una persona que fue pionera en la investigación histórica de Tarifa, el coronel de Infantería Javier Fernández Barberá.
Es cierto que la investigación histórica sobre Tarifa contaba con precedentes, algunos de los cuales aparecerán en próximos artículos, pero sin duda Fernández Barberá fue un precursor, un pionero, que llevó los frutos de su trabajo a amplias capas de la población.
En los años setenta estuvo destinado como comandante en el Regimiento de Infantería Álava 22. El Regimiento, como lo conocíamos popularmente, tenía su acuartelamiento principal en la Isla de Tarifa, pero la plana mayor, la policía, la comandancia militar y la jefatura radicaban en el Castillo de Guzmán.
Ello fue un factor determinante en la vocación investigadora que surgió en Javier Fernández Barberá, pues de cada pequeña obra o reforma que por obligación debían realizarse en las instalaciones regimentales, surgían escombreras entre las que se encontraban restos arqueológicos. No eran grandes descubrimientos, sino pequeñas piezas que hubieran pasado desapercibidas sino hubiera sido por su intervención. Y reforzando este interés por el pasado, se unía que el Álava 22 era un regimiento de Defensa Operativa del Territorio y el conocimiento de ese mismo territorio era fundamental para su labor. El comandante Barberá, tal era el nombre como se le conocía, empezó a vislumbrar ante sus ojos todo un “emporio arqueológico”, dólmenes, menhires, abrigos con pinturas rupestres, restos turdetanos o romanos.
Un mundo que le cautivó y para cuya interpretación buscó ayuda. En cada reemplazo que llegaba al regimiento, buscaba arqueólogos, historiadores, delineantes que le sirvieran como dibujantes o fotógrafos; el variopinto mundo necesario para ir dando forma y recomponer en la medida de lo posible todo lo que estaba encontrando, grupo al que algunos cariñosamente apodaban “el batallón de los arqueólogos”.
Además, buscó asesoramiento en eminentes investigadores como el profesor Michel Ponsich, uno de los directores de excavación que la Casa de Velázquez en Baelo Claudia, o nuestro inolvidable José J. Hernández Palomo, investigador del CSIC, con quienes cuajó una gran amistad.
Al tiempo Javier Fernández Barberá acudía a las fuentes documentales, y lógicamente las primeras en consultar fueron las del entonces Servicio Histórico Militar (hoy Instituto de Historia y Cultura Militar) y su famosa colección Aparici. De allí trajo copia del plano que en 1847 realizó el coronel de ingenieros José Aparici García del levantado por el polifacético Andrés de Castillejos en 1611, donde daba cuenta al duque de Medina Sidonia, Capitán General de las Costas de Andalucía, de las obras que había realizado en la muralla y castillo de Tarifa. Un plano o perspectiva que hoy día es muy conocido, pero en aquel entonces vivía un largo letargo en las estanterías del archivo.
Tampoco se escapó a su atención el Archivo General de Simancas. En colaboración con el Ayuntamiento de Tarifa, recabó información sobre fondos documentales relativos a Tarifa y una vez localizados se microfilmaron y se entregaron al Consistorio tarifeño y en su archivo histórico se encuentran depositados. Entre los fondos localizados y reproducidos, nada más y nada menos que esa joya histórico-documental que es Catastro de Ensenada, realizado entre 1749 y 1752.
Todo su esfuerzo investigador se materializó un gran proyecto, la creación de un pequeño museo en la Isla de Tarifa, que fue asumido por los mandos del Regimiento Álava 22. Así nació el Museo de la Isla.
El lugar escogido para su ubicación fue un bunker de artillería en el lado occidental de la Isla, donde ya Javier Fernández Barberá había explorado los restos de una necrópolis púnica datada entre los siglos VI y IV a. C., y donde encontró una cabeza esculpida en piedra arenisca u ostionera con rasgos negroides. Un museo que estaba abierto con un horario de visita para curiosos locales y foráneos y que se ofrecía a los grupos escolares que visitaban el castillo.
Al tiempo y con motivo de su ascenso a teniente coronel, fue destinado al acuartelamiento de la Legión en Ronda, pero el museo permaneció y siguió siendo asiduamente visitado. Y así lo conocí a mediados de los años ochenta, cuando con un pequeño grupo de entusiastas amantes de la historia local realizamos varios reportajes fotográficos de la Isla y del Museo o como cronista oficial, cuando acompañaba a los investigadores interesados en sus fondos y que muy cordialmente eran recibidos por los mandos del Regimiento, que al mismo tiempo se encargaba del mantenimiento y puesta a punto de las instalaciones del castillo. El Álava 22 se convirtió en algo más que un regimiento de Infantería, durante años ejerció de garante y mantenedor del rico tesoro que representaban la fortaleza califal y el pequeño pero coqueto Mueso de la Isla.
Con la disolución del Regimiento las piezas arqueológicas pasaron a guarda y custodia del Ayuntamiento, que dispuso que algunos de ellas se ubicaran a modo de sala de exposición o de interpretación histórica de la localidad en el antiguo edificio del Pósito de la plaza de Santa María, para posteriormente cuando está desapareció, pasar solo unas pocas al centro de interpretación del remozado Castillo de Guzmán el Bueno.
Por lo que respecta a Javier Fernández Barberá, en Ronda dio forma a sus muchos apuntes y trabajos en libro publicado en 1982 y que llevaba el nombre de Historia de Tarifa. Desde 1960 no se había publicado ni un solo libro sobre la historia de una de las poblaciones españolas con un pasado tan fabuloso. Hoy todo es más fácil, instituciones públicas y privadas actúan como mecenas y editoras de publicaciones sobre el variopinto panorama que ofrece Tarifa y su término, no falta la iniciativa privada y se cuenta incluso con editoriales locales, pero en aquel entonces y por propia iniciativa fue todo un logro y un hito.
El libro, sencillo de leer, recogía, entre otras, interesantes consideraciones sobre la Prehistoria local, la Isla de Tarifa y los restos encontrados en ella, biografías de algunos personajes ilustres como Alonso Pérez de Guzmán, una vista de Tarifa de finales del siglo XVIII realizada por Bernardo Espinalt y García y sobre todo la exposición de un documento de innegable importancia histórica, las Respuesta Generales del Catastro de Ensenada. Aún hoy día se pueden conseguir ejemplares en internet.
Como militar alcanzó el grado de coronel de infantería estando destinado en Córdoba y en Guadalajara donde ejerció como gobernador militar. Como historiador nunca se olvidó de Tarifa a la que acudía cuando podía, sobre todo, en los meses de verano, siempre dispuesto a compartir sus experiencias y conocimiento, su última intervención pública fue en el verano de 1991, momento en que impartió una interesante conferencia en el marco de las actividades desarrolladas los Comisión Municipal sobre el VII Centenario de la Toma de Tarifa por Sancho IV.
Hoy, pasados los años seguimos esperando se le tribute el merecido reconocimiento a su labor por parte de los entes oficiales y para que no caiga en el olvido, le tributo este sencillo homenaje a su persona y obra y al regimiento donde desarrollo su labor.
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