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La patrona de Tarifa, la Virgen de la Luz, regresa a hombros hasta su santuario arropada por cientos de vecinos

Una multitud acompaña desde el amanecer la vuelta al santuario de Caheruelas de las imágenes de la Virgen de la Luz y San Isidro tras tres semanas en el templo mayor de San Mateo

Tarifa cumple con la tradición bajo el manto de la Virgen de la Luz

La Virgen de la Luz cruza el arco de la Puerta de Jerez para volver a su santuario tras tres semanas en Tarifa. / Erasmo Fenoy

Tarifa/Nuestra Señora de la Luz ha vuelto en la mañana de este domingo a su santuario en Caheruelas, a unos 8 kilómetros del pueblo de Tarifa, después de pasar las últimas tres semanas en la iglesia de San Mateo con motivo de las fiestas patronales. Un año más lo volvió a hacer portada a hombros y acompañada por la imagen de San Isidro, además de por cientos de fieles y vecinos. Como es costumbre, la comitiva se puso en marcha al amanecer tras la misa de aurora y la plática de despedida. Con el templo prácticamente lleno, el párroco, Don Juan Pedro Varo Salguero, ha deseado que la alcaldesa perpetua, junto al patrón de la campiña, prolonguen su protección sobre los tarifeños hasta su próxima estancia en la localidad. Fuera, una multitud esperaba para ver la salida de las dos tallas, recibidas entre aplausos.

La patrona de Tarifa se ha dividido, una vez más, entre sus dos escenarios simbólicos: uno el del mar (el pueblo a orillas del Mediterráneo y el Atlántico) y otro el de la campiña (el santuario). Ambas realidades tarifeñas convergen más que nunca durante el mes de septiembre.

Salida de la Virgen de la Luz, recibida entre aplausos cuando aún no había amanecido. / Erasmo Fenoy

La historia cuenta que el campo se presentaba más estéril que nunca en el invierno de 1750, con serias amenazas de venideras hambrunas, habiendo resultado en vano las repetidas rogativas por la lluvia. Ante la gravísima situación, a comienzos de enero, acordaba el Ayuntamiento traer a la Virgen de la Luz para dedicarle un novenario en la iglesia de San Mateo. Cuando apenas llevaban recorrido la mitad del camino, a sus espaldas un aguacero “benefició maravillosa y milagrosamente los campos, de suerte que fue patente a todos; cuyo favor sin duda ha recibido por la intercesión de esta divina Señora”. Se cuenta con asombro que las nubes estuvieron descargando toda la noche y el día siguiente, quedando así asegurados los sembrados.

Este aparente prodigio vino a refrendar el anhelo que rondaba en la cabeza de los gobernantes municipales y de otros muchos devotos, asegurándose que los favores de la Virgen se habían experimentado en otras repetidas ocasiones. Y así es como el Ayuntamiento declaró “por honor de esta ciudad, y aclama por su Patrona a Nuestra Madre y Señora Santísima con el soberano título de la Luz” en el cabildo de 16 de enero de 1750. A partir de ese momento los tarifeños acudieron a su patrona con más frecuencia si cabe ante cualquier adversidad, en detrimento de las demás advocaciones marianas.

Sin embargo, los actos en su festividad realizados en la ermita y alrededores implicaban ciertos inconvenientes: había que recorrer a pie y en el mismo día el polvoriento camino hasta el santuario, y vuelta al pueblo, soportando la canícula de principios de septiembre. Por todo ello, desde 1789, la festividad de la Virgen de la Luz habría de tener lugar dentro de la población con un determinado orden y ceremonial, ahorrándose así en gastos, esfuerzo en su organización y otras contrariedades de diverso tipo. Así arrancó la costumbre de trasladar a la imagen, tanto a la ida como en el regreso para volver a su ermita, tal y como ha sucedido este domingo. 

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