La pesca de Tarifa lanza un grito de socorro: "Sin atún no hay futuro"
Un sector en riesgo
Los pescadores del Estrecho necesitan poder capturar más atunes tras la desaparición del voraz
En el puerto tarifeño había 120 barcos de pesca cuando empezó el plan de recuperación y ahora quedan 40
La Cofradía reclama un reparto "más justo" de la cuota asignada a España
La pesca de La Atunara logra datos “históricos” en actividad y volumen de capturas
Manuel Suárez mira al horizonte en busca de una señal de que por fin pierde la batalla en el Estrecho el maldito levante. Este viento que "no le viene bien a nadie", pero sobre todo a los trabajadores del mar, caerá en breve. "Menos mal", murmura el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Tarifa, que sabe que ese es el problema menor, y sobre todo el más ingobernable, de todos los atosigan a los pesqueros tarifeños. El principal lo tiene claro. "Sin una cuota de atún digna no hay futuro para nuestro marineros", resume. La pesca tradicional de Tarifa está en peligro como lo estuvo la de la antaño poderosa Algeciras y ya es historia. No es una amenaza a la ligera, es una realidad más que estudiada y analizada por sus protagonistas.
"Éramos un puerto de pesquería del voraz (besugo de la pinta), que poco a poco ha ido desapareciendo, desplazándose del Estrecho, y nosotros hemos tenido que modernizarnos y adaptarnos a otra pesca, la del atún rojo. Es una especie sobre la que se hizo un plan de recuperación en 2008 que ha tenido tal éxito que los niveles de TAC (Total de Captura Admisible, ampliado desde las 36.000 toneladas de 2022 a 40.570 toneladas para el año 2023) están por las nubes. Pero el problema que tenemos es que, con la cuota que le corresponde a España, el reparto que hacen nos perjudica para los barcos artesanales, entre ellos, los de Tarifa", subraya el patrón mayor, cuya cofradía pertenece a la Federación Andaluza (Facope).
"Nos dedicamos al atún porque nuestra especie no está ahí. No sabemos los motivos, eso lo sabrán los científicos. Quizás está moviéndose por otra zona porque lo desplaza el atún rojo, que está masificado. Es una especie cien veces más grande que el besugo, se queda en el Estrecho y se da cuenta que tiene el sustento para alimentarse. Como el besugo come una gambita parecida a la quisquilla, pero necesita unas cantidades mucho más grandes, así que termina por dominar la zona. El voraz se asusta sin comida y se va. Los pescadores apostamos al 85% a que ese es el motivo", apostilla.
"No será por falta de información al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Le hemos entregado proyectos, todo tipo de datos escritos sobre la caída de la pesca del besugo, lo que factura barco por barco en la lonja. Un 80% de la flota lo que tiene son 1.500 kilos de atún al año. El problema es que los números no engañan. Un marinero puede vivir con eso un mes o dos como mucho, pero el año tiene doce. Y hay que esperar al año siguiente para volver a tener 1.500 kilos". Así llevan los pescadores de Tarifa "tres o cuatro años", porque antes estaban peor, porque existía lo que se llamaba "pesca accidental", es decir, que no se podía capturar el atún rojo a conciencia.
"Prometieron que cuando el atún rojo se recuperara habría cuotas dignas para los barcos. Eso no se ha cumplido. Ni aquí ni en otras zonas", dice Suárez. La cuestión es que para el reparto, el Gobierno de España se rige por lo que llama "historicidad" y los pescadores de Tarifa no la tienen porque antes pescaban el besugo. Es la pescadilla que se muerde la cola. Dejaron de coger atunes para que la especie se recuperara y cuando lo ha hecho es con tal ímpetu que ha expulsado al voraz, de modo que ahora no pueden capturar ni a uno ni a otro. Resultado: en Tarifa había 120 barcos de pesca cuando comenzó el plan de recuperación y ahora quedan 40. Aunque ni siquiera esta cifra dibuja a la perfección la realidad porque hay armadores que han visto obligados a comprar otra embarcación para poder llegar a los 3.000 kilos al año. Una de ellas, obviamente, se queda atracada en el puerto, aunque el gasto de mantenimiento que genera es el mismo. De las 600 familias que vivían de la pesca en Tarifa se ha pasado en unos pocos años a 150, y eso contando a los trabajadores de la almadraba.
"Vemos que los atunes están ahí pero no los podemos pescar. Que los coja otro de otro país o incluso de otro lugar de España. Si un compañero mía de Barcelona tiene historicidad sí podría venir al atún rojo, pero yo no. Eso no tiene lógica ninguna. Esto no sucede desde que se pusieron las zonas de pesca, pero anteriormente se podía hacer. Los vascos venían muchos", relata.
"Menos mal que conseguimos esa pequeña cuota que ahora tenemos, porque antes no teníamos ni ese derecho. Pero no es suficiente para que la flota se mantenga", desea el patrón mayor, que lamenta que se está dejando morir una profesión de futuro para toda la zona que podía ser "el pan de muchos jóvenes que quieren dedicarse a esto".
Suárez cree que es una oportunidad para reducir el paro juvenil. "Somos de los pocos puertos en los que hay más jóvenes que mayores. Tenemos una media de edad de 25 a 45 años y eso no lo tienen otros. Yo soy el patrón más joven de España. Tengo 37 años. Sólo nos falta una cuota digna para poder multiplicar los puestos de trabajo", explica.
La cuota del atún rojo la establece un organismo que se llama Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) cada tres años. España es el país que la tiene mayor porque es el que más costa tiene. Sin embargo, el reparto interno que realiza el Ministerio es el que se hace con criterios poco equitativos, a juicio de los pescadores. Por ejemplo, la exigencia de un histórico de venta en lonja de 2002 a 2006. Pero en aquellos años todavía había voraz y los pesqueros de Tarifa no tenían la necesidad de dedicarse al atún. Ahora sí, porque uno no está y el otro experimenta una superpoblación inédita. "Es injusto", critica. "Yo tengo un hijo el año que viene y dentro de veinte años quiere ser pescador. ¿Resulta que si su padre no cogió un atún en 2002 él ya no puede pescar? Esa pregunta no han sido capaces de respondérmela ni el ministro, ni el director, ni el secretario general de pesca. Esto es un coto privado. Somos uno de los dos únicos puertos pesqueros del mundo en los que hay atún todo el año (el otro está en Japón). No dan posibilidad a los jóvenes de que sean pescadores, están haciendo que se pierda este oficio", apostilla.
El reparto en sí también es injusto. El Ministerio lo hace a través de un porcentaje fijo para todos los barcos, de modo que el que más tiene, más cuota recibe, con lo que se beneficia al de más poder económico y se perjudica al que empieza o al más modesto. Todo eso tras el duro golpe de la subida del precio del gasoil, la electricidad, que repercute en el hielo, y el agua. "Aquí sube todo menos la cuota", se queja el patrón mayor.
Y, por supuesto, todo eso sin nombrar a la innombrable. La que inutiliza redes y está acabando con la biodiversidad del Estrecho desde 2015 de forma progresiva. El alga invasora, la famosa Rugulopterix Okamurae, sigue haciéndose cada vez más fuerte, avisan los pescadores. En los meses en los que las temperaturas son más altas, su crecimiento es mayor. Donde más luz hay, más cómoda se expande. "Aproximadamente entre los 80, 100 metros hacia la orilla hay auténticos campos de fútbol de algas. Se ve lo que hay fuera, el arribazón, pero no lo que hay bajo el agua. Es impresionante", avisa. "A la vida la asfixia. Si hay una cueva de un pulpo y la tapa, el animal tiene que marcharse a otra zona más profunda, fuera de su ecosistema. Como eso todas las especies".
El atún rojo tiene un alto precio y se reparte de manera desigual. Cada atún pesa en torno a 250 kilos y en 2022 tuvo un valor medio de 9,84 €/kg en las lonjas andaluzas, según las cifras oficiales, aunque fuentes del sector explican que este precio puede triplicarse en el mercado internacional, principalmente el japonés. De la cuota asignada a España, 6.783,67 toneladas (783 más que el año pasado), la flota de cerco (pesca intensiva e industrial), la almadraba y la flota de cebo vivo del Cantábrico se llevan el 87,15%, mientras que el 11,69% queda para los buques cañeros canarios y los barcos de artes menores del Mediterráneo y el Estrecho.
Estos últimos son apenas 40 barcos con una autorización especial para capturar cada año 487,6 kilos de atún (es decir, dos ejemplares). En total son 19 toneladas: el 0,28% de la cuota española. Todas las embarcaciones son artesanales, de 12 metros de eslora, pero se clasifican en dos grupos: lista B y lista H, que es mayoritaria. Así, mientras los barcos de la lista B (los que tienen historicidad) tienen permiso para pescar atún durante todo el año, los de la lista H (el resto), solo 4 meses, más uno adicional si no se ha consumido el límite asignado.
El atún rojo atlántico se dirigía hacia la extinción por la sobrepesca hasta que en 2007 la ICCAT diseñó un plan especial de recuperación con medidas muy diversas: reducción de cuotas de captura, vedas temporales, prohibición de pescar ejemplares por debajo de 30 kilos, control de la pesca furtiva. El plan ha resultado un éxito: la especie está recuperada y, al mismo tiempo, mantiene un alto valor de mercado. Las pesquerías creen que se podría pasar de las 42.000 toneladas de capturas anuales en todo el mundo a las 50.000.
Por si fuera poco, Suárez advierte de otra dificultad añadida: "Cuando se abre la veda de pesca en Marruecos, el precio que se paga por el atún del Estrecho baja porque en Marruecos se vende más barato, así que nuestros pescadores necesitan más días de pesca para recuperar dinero".
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