La cajilla de Tarifa: el dulce de Navidad que nació entre leyendas y vientos de levante
La pastelería La Tarifeña rescata en estos días de finales de año la tradición de un pastel artesanal con alma andalusí y una receta transmitida durante generaciones
Tarifa/La Navidad en Tarifa tiene un sabor especial, uno que cruza los siglos y se cuela en cada rincón del pueblo gaditano con el aroma embriagador de almendras recién molidas y azúcar glaseada. Es el tiempo de la cajilla de Tarifa, un dulce singular que convierte a la pastelería La Tarifeña en epicentro de una tradición que no entiende de prisas. José Antonio Bernal, heredero de un linaje de reposteros, resume su esencia con orgullo: "No se puede despedir el año y dar la bienvenida al siguiente sin nuestra cajilla, un manjar que fusiona pasado y presente de manera excepcional".
Detrás de cada cajilla hay tres días de dedicación artesanal. La receta, resguardada como un tesoro, comienza con una base crujiente de galleta de trigo sin refinar, sobre la que descansa una generosa capa de pasta de almendra de la Sierra de Ronda. Todo se corona con un delicado glaseado de azúcar, cuya blancura evoca la espuma del mar que acaricia las playas tarifeñas. "La almendra es clave; por eso usamos una autóctona que llevamos trabajando desde hace décadas", detalla José Antonio, mientras supervisa el obrador que bulle en plena campaña navideña.
La tradición de las cajillas no es solo una cuestión de sabor, sino también de historia. Su origen se remonta, según las leyendas, a los días en que Tarifa era un crisol de culturas. Allá por el año 710, cuando Tarik cruzaba el estrecho, trajeron consigo no solo conquistas, sino también un gusto por lo dulce que arraigó en las cocinas locales. Más tarde, en el siglo XIII, se dice que Sancho IV, tras recuperar Tarifa, quedó tan cautivado por este manjar que lo elevó a símbolo de celebración y triunfo.
Sin embargo, la receta original se perdió con el tiempo, hasta que en 1956 un visionario pastelero, José Bernal, abuelo del actual propietario, recuperó la cajilla para el pueblo. Desde entonces, La Tarifeña se ha encargado de perpetuar esta tradición con el mimo que merece.
Hoy, la cajilla de Tarifa no solo endulza a los lugareños, sino que también atrae a visitantes de todo el mundo, además de las ventas online. La Tarifeña las presenta en elegantes cajas para regalo, acompañadas de una leyenda que narra su origen, haciendo de cada bocado una inmersión en la historia. Durante estas fechas, la demanda es tal que el obrador llega a vender hasta 1.000 cajillas diarias.
La elaboración de las cajillas no ha cambiado mucho desde los días en que el abuelo Bernal empezó a amasarlas. Cada etapa del proceso es meticulosa. La base se prepara con harina de trigo sin refinar, una galleta firme pero ligera que soportará el peso de la almendra. Después viene la almendra, molida con precisión, se mezcla con huevos frescos para formar una pasta densa y aromática que es el corazón del dulce. Finalmente, el glaseado, una capa brillante y crujiente que envuelve la cajilla, realzando su apariencia y sumando un contraste de texturas.
La magia está en la espera: tres días de reposo permiten que los sabores se integren, creando un equilibrio perfecto.
Las cajillas de Tarifa no son solo un postre. Son una llave que abre puertas a recuerdos compartidos, a tradiciones familiares y a la esencia de un pueblo que respira historia y orgullo. Su sabor, mezcla de suavidad y dulzura, transporta al pasado, a la niñez y al calor de las celebraciones.
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