Antonio Hernández Rodicio
'Borraxeira' política
Tecnología
Los abogados del Departamento de Justicia y de Alphabet, la matriz de Google, iniciaron los alegatos finales en el juicio federal contra la empresa, acusada de prácticas monopolísticas para dominar el mercado de los buscadores de internet.
El caso comenzó a finales de la presidencia de Donald Trump, cuando el Departamento de Justicia y 11 estados acusaron a la empresa por prácticas monopolísticas. Desde entonces ha subido a 35 la cifra de los que se han sumado a esta querella.
Los fiscales sostienen que Alphabet ha pagado anualmente decenas de millones de dólares a distribuidores de servicio inalámbrico, desarrolladores de buscadores, navegadores de internet e incluso fabricantes de dispositivos (incluida Apple) para eliminar del mapa a todo aquel que pudiese competir con Google como herramienta de búsqueda.
Según documentos del juicio hechos públicos, Google llegó a pagar a Apple 20.000 millones de dólares (unos 18.650 millones de euros) solo en 2022 para que su buscador fuera la opción por defecto en los iPhone y en el navegador Safari.
Acuerdos similares han puesto al buscador de Google como la configuración por defecto en el sistema operativo Android (también de Google) y en el navegador Mozilla Firefox.
Esos documentos han sido, por cierto, de los pocos que han podido ver la luz de un largo proceso en el que Alphabet se ha opuesto férreamente desde el inicio tanto a la presencia de la prensa en la sala (aquellos que conseguían acceder a las dependencias destinadas a la prensa no solo no podían introducir dispositivos electrónicos sino que ni siquiera podían tomar notas manuscritas) como a la publicación de documentos y, por supuesto, a la retransmisión en vídeo de las sesiones.
Sin embargo, a lo largo de estos meses el juicio ha sido profusamente analizado y comentado en los medios estadounidenses, sobre todo en los especializados, que han detallado las complejas maniobras (algunas muy técnicas y otras tan simples como impedir que otros buscadores accedan a información que debería ser pública) de las que Google se ha valido para convertirse, de facto, en el buscador.
Pero esas tácticas no son la razón, según la compañía, para su abrumador dominio del mercado. El abogado de Google John Schmidtlein argumentó que la firma "tiene un mejor producto y por eso no daña a la competencia", mientras que la Fiscalía considera que sí lo hace y que al desplazar a sus competidores en diferentes plataformas perpetúa su monopolio.
La acusación argumenta que, además de dominar el mercado de buscadores (y posteriormente el de navegadores con Chrome), desde su fundación en 1998 Google ha monopolizado la publicidad en internet forzando a las empresas de publicidad y marketing a usar sus productos al precio que unilateralmente determinaba.
Precios que, claro, ha ido subiendo sin descanso para aumentar los márgenes del que es, de hecho, el motor financiero del megaconglomerado Alphabet.
Pese a las abrumadoras pruebas en su contra, el juez Amit Mehta, que preside este juicio iniciado el pasado septiembre, ha dejado claro que el caso no es tan sencillo. Ha recordado, por ejemplo, que Microsoft reconoció durante su declaración que no invirtió lo suficiente desde el principio en el desarrollo de su propio buscador. "No es algo que vaya contra la competencia el hecho de que Google fuese lo suficientemente astuto como para subirse al tren de los dispositivos móviles antes que Microsoft", indicó el magistrado.
Uno de los puntos determinantes en este proceso y en otros similares tiene que ver con las aplicaciones preinstaladas en los dispositivos que adquieren los consumidores y con qué configuración inicial llegan a los usuarios, por ejemplo el navegador de internet predeterminado o el motor de búsqueda por defecto.
Es cierto que los usuarios pueden cambiar esa configuración, pero es un proceso que requiere de varios pasos para pasar a buscadores como DuckDuckGo (mucho más respetuoso con la privacidad, por cierto) o el Bing de Microsoft. Lo mismo puede aplicarse al navegador y a otros ajustes que no resulta sencillo cambiar para un buen número de usuarios.
En este punto, los estadounidenses lo tienen un poco más difícil que los europeos; gracias a la normativa comunitaria, al arrancar un nuevo dispositivo una ventana pregunta al usuario cuál quiere que sea su buscador por defecto y también facilita escoger el navegador de internet predeterminado (frente al Chrome de serie en Android).
El siguiente paso es poder eliminar las aplicaciones preinstaladas en nuestros dispositivos, ya sean las del fabricante como las de la propia Google, algo que no siempre se puede hacer aunque pronto será también posible.
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