Religión
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El buen gastrónomo

Fernando Huidobro/ Miembro De La Academia Andaluza De Gastronomía

10 de febrero 2017 - 02:00

Sobre todo gracias a la tele, la afición por la cocina y las cosas del comer se populariza a marchas forzadas y son ya muchas las personas que entienden de la materia.

Sin embargo, para que podamos calificar a alguien como buen gastrónomo hacen falta unas aptitudes y actitudes que no todos poseen o alcanzan. Tres cosas hay en la vida que son esenciales pero de largo recorrido pues éste no es país para jóvenes.

Ser erudito en el más puro sentido de la palabra. La acumulación de sabidurías y sapiencias es una premisa básica. Debe ser estudioso y sabedor de los conocimientos teóricos de los productos, sus recetarios y su cocinación. Tanto científicos como técnicos, tanto históricos como contemporáneos. Si además se le añade la sal que da la puesta en práctica del trabajo en cocina, miel sobre hojuelas.

Ser culto en el más amplio sentido de la palabra. La acumulación de experiencias y vivencias es fundamental. Debe ser lector, viajado y probador de los entendimientos de la vida y sus múltiples disciplinas. Tanto de la cultura y la culinaria propias como de las ajenas, tanto de sus sabores como de sus saberes. Si además se le añade la pimienta que da la mundana puesta en escena, humana y humanista, del saber vivir bien entendido, mejor que mejor.

Y ser sensible en el más auténtico sentido de la palabra. La capacidad de acumulación de sensaciones es primordial. Debe ser fino perceptor y receptor de impresiones a través de sus sentidos, capaz de sentir lo que siente. Tanto para olerlas, paladearlas, conocerlas y reconocerlas como para meditarlas y transformarlas en sentimientos y emociones. Si además se le añade el toque animado que da el amor por la gastronomía, para qué te voy a contar.

El que tenga este amor y estos talentos, que los cuide, que lo cuide y el aceite de oliva, además de la salud y el dinero, que no lo olvide, que no lo olvide. Dé gracias a dios y se lo pague dándole vida, alegría y alma a este retrato robot del buen gastrónomo, pues de nada servirá echarle guindas a este pavo si a pesar de sus potencialidades, termina siendo sólo un estirado, triste, requemado y seco sieso manío.

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