Álvaro Urquijo, de Los Secretos: "Vamos a darlo todo en La Línea"
Música
Con más de 40 años de carrera y cientos de conciertos a sus espaldas, Los Secretos actuarán el viernes 25 de abril en La Línea
Chiara Oliver incluye a La Línea como parada obligada en su gira 'La Libreta Rosa Tour'. Consigue tus entradas

El Festival En La Línea Música continúa con su fantástica programación de conciertos, siendo el próximo el de un grupo emblemático que lleva más de 40 años haciendo bailar y cantar a toda España: Los Secretos. El concierto será el viernes 25 de abril a las 21:00 en el Palacio de Congresos de La Línea. Si todavía no tienes tus entradas, esta es tu última oportunidad para conseguirlas. Puedes adquirirlas pinchando aquí.
Con motivo del espectáculo, este periódico ha hablado con Álvaro Urquijo, miembro fundador de esta banda que no se cansa y sigue actuando con la misma ilusión de cuando comenzaron hace varias décadas. Esto es lo que nos ha contado el cantante, guitarra y compositor de Los Secretos:
Pregunta.¿Cómo va vuestra gira?
Respuesta.Pues estupendamente. La verdad es que llevamos tres años maravillosos. El año pasado hicimos cien conciertos. Este año vamos a terminar en ochenta y cinco, si todo va bien. Y con mucho éxito, todos llenos… ¿qué más se puede pedir? La verdad es que solo tengo agradecimientos: al público, a los medios, a los compañeros, a todo el mundo.
P.Sois un grupo que la gente siempre quiere escuchar.
R.Hombre, creo que hicimos algo bien en el pasado. Más allá de las modas, de los éxitos, de los números uno y de los discos de oro, que tanto se cacareaban en los ochenta y noventa, nosotros nos dedicamos a hacer canciones. Y esas canciones han tenido su propia vida, han llegado a varias generaciones de familias distintas y con modas muy distintas. Y aquí seguimos, con éxito. Así que, como te digo, solo puedo estar agradecido.
P.¿Qué ha pasado con Los Secretos desde aquel Déjame hasta este 2025?
R.Pues unos chavales que salían del colegio, tres hermanos y un amigo, que se iban a escondidas a ensayar, jamás imaginaron que 45 años después estarían contando su historia en una entrevista. Tuvimos la suerte de que nuestro padre era un gran amante de la música en todos sus estilos: clásica, jazz, blues, folk… Tenía una discografía buenísima.
R.Cuando yo era crío, despertábamos los domingos con la música a todo volumen en casa, gracias al equipo de mi padre, que era bastante bueno para nuestro nivel económico. Nos infectó con el virus del amor a la música y a todas sus formas de expresión. Nos financiaba la compra de discos: mil pesetas cada dos semanas, que serían unos seis euros ahora, y con eso podíamos comprar un disco cada uno. Luego él preguntaba: "¿Qué habéis comprado?" y se sentaba a escucharlo con nosotros. Fue una influencia buenísima. Pero claro, nunca pensó que nosotros iríamos más allá y quisiéramos ser los que grababan los discos. Nuestro sueño era simplemente entrar a un estudio y grabar una canción. No queríamos más. Y al final eso llevó a un contrato discográfico y a varios discos.
R.A lo largo del camino, tuvimos altibajos: la desgracia de perder a dos baterías en accidentes de tráfico, luego la de mi hermano… En el 83 nos echaron de la discográfica, y en el 84 y 85 anduvimos sin un duro, resistiendo, pero haciendo canciones. En el 86 sacamos un disco que funcionó muy bien. En el 88, nuestro primer disco de oro. En el 89 llegó La calle del olvido, en el 91 Adiós, princesa, Ojos de gata, Amanece… luego otro en el 93, otro en el 95. La historia de un grupo que ha tenido la suerte de grabar lo que ha querido, sin presiones. Y lo hicimos sabiendo que no estábamos en la onda de lo que sonaba en la radio, pero con la convicción de hacer canciones con sentido armónico, melódico, con letras coherentes, con desarrollo y desenlace. Aprendimos eso escuchando música con nuestro padre. No todo lo que hicimos es perfecto, pero sí hemos dejado un buen puñado de canciones que demuestran que nuestras intenciones no eran ser famosos, ricos o conocidos, sino dejar un legado musical. Y creo que eso sí lo hemos conseguido.
R.Me da mucha pena que Enrique no viviera los últimos años. Hubo canciones que él pensaba que eran un fracaso. Por ejemplo, Pero a tu lado, del 95, que en su momento no funcionó. En el 96 y 97 Enrique no quería tocarla porque nadie la conocía. Luego falleció en el 99. Años después, esa canción empezó a cobrar fama de manera natural, sin campañas, sin Netflix, sin anuncios. Hoy es nuestro número uno. Ese tipo de cosas demuestran que hay un mundo más allá de las modas y de las tendencias dominantes. Hoy, cuando algo triunfa, muchas veces todo lo que sale se parece. El reguetón, por ejemplo… Yo lo respeto, pero no lo comparto. Mi padre decía lo mismo cuando le poníamos a los Clash o los Sex Pistols. Decía: "Este disco que has comprado me gustaba, pero esto es una mierda". Lo mismo me puede pasar a mí con lo que escuchan los jóvenes de hoy. Aunque mi hija escucha buena música, sus amigas escuchan reguetón y les encanta. Y está bien. Lo que sí creo es que a la música no se le puede poner una fecha de caducidad. A los 14 años yo escuchaba discos que mis hermanos mayores traían, y me aprendía todo. Así aprendí a tocar la guitarra, a cantar, a armonizar como los Beatles, los Byrds, los Eagles…
R.Y todo ha pasado de forma sencilla y honesta. Creo que la gente lo ha reconocido. Cuando una canción atraviesa esa barrera social y se convierte en parte de la vida de alguien, ahí es cuando hemos cumplido nuestra función. A mí la música me transporta a otras épocas, me emociona, me pone la piel de gallina. A veces me anima, otras me consuela en la tristeza. Por eso hacemos lo que hacemos: para transmitir emociones. Y el público nos ha mantenido aquí, porque nadie decide estar 45 años. Simplemente ocurre. Cada vez que hemos caído, el público nos ha rescatado. Nuestra obligación en cada concierto es darlo todo, como si fuera el último. Hacer disfrutar a la gente.
P.Al final, os ha pasado como a las grandes bandas que habéis escuchado: vuestra música sigue viva después de décadas, independientemente de las modas.
R.Sí, y eso debería ser lo natural. La música está para quedarse. No creo que hubiera sido bueno que Los Secretos hubiéramos hecho canciones solo para sonar en la radio de moda y ganar dinero. Nosotros queríamos emular a nuestros ídolos, con la misma seriedad.
R.Empezamos muy jóvenes, con poca cultura musical, tocando mal… pero con la intención de hacer canciones bien armadas: guitarras acústicas de base, batería, bajo, arreglos, melodía y letra. A eso nos hemos dedicado durante 45 años. Yo empecé a grabar con 17 años, pero a ensayar con 14. Toda mi vida ha estado dedicada a esto. Aunque también me apasionan el cine, la ciencia, el teatro, los musicales… Pero quien diga que una canción debe pertenecer a una época, estilo o edad, está cortando las alas al arte. El arte es libertad.
P.Como cuenta que habéis hecho siempre lo que habéis querido, ¿cómo os sentíais en ese momento, cuando apostabais sin buscar el éxito? ¿Cree que eso sería posible hoy, con la música comercial tan dominante?
R.Mira, lo he pensado mucho. Tuvimos la suerte de vivir una época donde el rock, el pop y la música de autor tenían su espacio. Fue un boom derivado de la new wave, entre el 75 y los 80. En España no había una tradición sólida de grupos. Estaban Los Pekenikes, Los Pasos, Los Módulos, Los Diablos… pero luego vino una etapa más de música ligera. Nosotros nos colamos en un hueco sin mucha competencia directa. Éramos fans del rock urbano: Asfalto, Leño, Barón Rojo. Aprendíamos viendo cómo tocaban. No había YouTube ni tutoriales. Y aunque nuestras canciones no sonaban como lo que se oía en la radio, conseguimos visibilidad. Hoy, si empezáramos de cero, no sé si tendríamos éxito. El abanico es tan amplio que puedes pasar desapercibido fácilmente. La música se ha compartimentado mucho.
R.Pero bueno, los tiempos cambian. Nosotros tuvimos la suerte de estar en una época en la que podíamos sonar sin seguir una moda. Hacíamos baladas como Ojos de gata cuando todos hacían música bailable. Déjame, por ejemplo, es una canción alegre en castellano cuando nadie estaba preparado para eso. No fue un gran éxito al principio, ni económicamente ni en listas. Pero dejó huella. Queríamos hacer canciones que hicieran sentir orgulloso a nuestro padre, que fue crítico con nosotros. En aquella época, dejar los estudios por la música era como tirarse por un barranco. No teníamos apoyo, ni del colegio, ni de mis padres, ni de la industria. Fuimos dejando canciones como miguitas de pan, y esas semillas han dado fruto. YouTube, por ejemplo, me regaló una epifanía: un vídeo de una familia entera, desde bisabuelos hasta nietos, cantando Pero a tu lado. Ahí me di cuenta de que esa canción, que fue ignorada al principio, se había convertido en un himno familiar. Eso es lo que sueña un artista. No ser flor de un día. Ser parte de la vida de las personas. La música, cuando conecta, se comparte, se contagia. Y eso no tiene precio.
P. Algo que seguro Le han preguntado mil veces, pero allá va una más: ¿por qué os llamáis Los Secretos?
R.Pues mira, es una historia que tiene su parte chula y su parte más aburrida. La parte bonita es que nuestro padre, cuando nos regaló nuestra primera guitarra (una española, por Navidad) no imaginaba en absoluto en lo que eso iba a acabar. Entre los tres hermanos, con las mil pesetas que de vez en cuando nos daba mi abuela ahorramos y compramos una guitarra acústica. Luego, el padre de Canito, que era muy majo y nos apoyaba, nos avaló un préstamo para comprar dos amplificadores. Bueno, “letras” como se decía entonces: pagarlos a plazos. Con eso compramos también una guitarra eléctrica y un bajo. Así empezó todo.
R.Pero claro, mi padre no podía saberlo. A él le parecía bien que nos gustara la música, pero tocar en un grupo... ni pensarlo. Así que no se lo contamos. Ensayábamos a escondidas. De ahí el nombre: Los Secretos. Estuvimos desde el 78 hasta el 80 ensayando, grabando maquetas, viviendo prácticamente como un grupo emergente... sin que mi padre supiera nada. Cuando en 1980 íbamos a grabar nuestro primer disco, tuve que decírselo. Le dije: “Papá, este verano no nos vamos de vacaciones. Vamos a grabar un disco”. Y su reacción fue: “¿Cómo? ¿Pero qué estás diciendo?”.
R.Esa es la parte real del nombre. Luego, como no estábamos del todo seguros, hicimos una lista con unos veinte o treinta nombres posibles. Todos eran con “Los” delante, como era costumbre entonces. La mayoría de los grupos de la época se llamaban “The algo” o “Los algo”: Los Eagles, The Who, The Jam, Los Byrds… Así que hicimos una lista y cada uno propuso cinco nombres. Luego hicimos votaciones para ir descartando. Al final quedaron dos: Los Secretos y Los Sencillos. Me acuerdo perfectamente. Al final ganó Los Secretos. Menos mal, porque años después hubo otro grupo que se llamó Los Sencillos. Una vez que eliges el nombre, ya es para siempre. Y aunque no sea ni el mejor ni el peor, acaba identificando una música, un sonido, una marca. Da igual el nombre, lo importante es lo que representa. Hay grupos con nombres horrorosos que la gente ha terminado adorando porque asocian ese nombre a unas personas y a una música concreta.
R.Así nacieron Los Secretos: de la vida secreta de los hijos de Javier Urquijo, mi padre, que se habría matado por vernos convertidos en médicos, abogados o ingenieros. Nosotros seguíamos estudiando hasta el 83. Habíamos grabado ya tres discos: uno en el 81, otro en el 82, y un primer single en el 80. Íbamos a la universidad por la mañana y al estudio por la tarde. Yo no sacaba muy buenas notas, la verdad, y mis hermanos tampoco es que fueran brillantes, pero ahí estábamos, intentándolo, sin romper del todo el cordón con los estudios. Tampoco sabíamos si esto podía ser una profesión o una forma de vida. No teníamos certezas, solo queríamos darnos el lujo de grabar un disco, O dos, O tres. Solo vivir la experiencia de estar en un estudio. Hoy cualquiera con un ordenador puede grabar en su casa, pero entonces una mesa de mezclas costaba como cuatro chalets. Era impensable sin apoyo discográfico.
R.Ese era nuestro objetivo: grabar un disco. Nada más. Y lo demás fue viniendo solo, como consecuencia de nuestra pasión por la música. Siempre hicimos las cosas como creímos que había que hacerlas, sin seguir modas ni buscar portadas. Nos daba vergüenza exponernos demasiado. Éramos tímidos. Solo queríamos hacer canciones. No queríamos ser número uno de nada. Queríamos disfrutar del arte de la música.
R.Todo lo que ganamos al principio lo invertimos en equipos. ¡Todo! Pero claro, no teníamos ni una sola factura. Todo lo comprábamos de segunda mano, sin papeles. Recuerdo que un amplificador me lo trajeron desde Valladolid. Era americano, pero no tengo ni el recibo. Y claro, en el año 83 o 85 (ya no recuerdo bien) nos cayó una inspección de Hacienda… ¡y ni sabíamos lo que era la renta! Nos dejaron temblando. Fue como lo de Lola Flores: “¡Que levante la mano quien no haya dado un duro en su vida!” Pues en esa batida caímos nosotros, chavales sin cultura financiera, sin asesores. Una de las cláusulas que firmamos decía que la mitad de nuestros derechos de autor se los quedaba una persona que ni conocíamos. Y ahí se quedó.
R.Como tantos artistas, cometimos errores por falta de experiencia. Pero, dentro de esa ingenuidad, siempre hemos tenido cierta libertad musical y artística, y eso ha sido clave. Gracias a esa libertad pudimos hacer cosas como Ojos de gata, una canción lenta, cuando lo que se llevaba era otra cosa. O Pero a tu lado, que fue un fracaso cuando salió en el 95, y ahora es nuestro tema más emblemático. Porque al final, las canciones se salvan por el tiempo. Y es por el público. No necesitas que una canción sea tendencia en TikTok o esté en todos los anuncios. Hay otra vida fuera de las redes sociales, una vida donde la gente escucha, siente y comparte música por puro amor a ella. Y esa es la gente que nos ha mantenido vivos todos estos años. Sin público no hay carrera que valga, no hay un segundo concierto. Estamos muy agradecidos porque seguimos cumpliendo años y queremos hacerlo lo mjeor posible para seguir contando con la gente. Tenemos que hacer las mismas cosas que hacíamos con 20 años pero con 62 que tengo ahora, pero muy contento muy feliz, con la voz perfecta y con el mejor equipo que he tenido en mi vida. ¿Qué más se puede pedir?
P.Ya mismo cumplís 50 años... imagino que estaréis pensando en celebrarlo
R.Sí, será en 2028. Nosotros empezamos a grabar nuestras primeras maquetas en el 78. La segunda, que ya incluía Déjame, fue en el 79. Entre ambas juntábamos unas seis o siete canciones, y como estaban libres de contrato, un amigo que tenía un pequeño sello nos echó una mano y las publicó. Así que, aunque no fuera de forma oficial al principio, esa fue nuestra salida al mundo.
R.Desde entonces consideramos que el grupo nació en el 78, así que en 2028 se cumplen 50 años. Ya estamos en la liga de Raphael, Julio Iglesias… ¡casi por edad también! (ríe). Pero lo más bonito es que seguimos tocando con toda la plenitud: buenos espectáculos, buen sonido, luces, instrumentos... y sobre todo, toda la experiencia acumulada para entregársela al público, que es quien realmente se merece nuestro cariño y respeto.
P.¿Tocaréis vuestras canciones más emblemáticas en La Línea?
R.Claro. Mira, me pasó hace unos años que fui a ver a un artista que me encantaba. Justo había sacado un disco nuevo... y lo tocó entero. Solo hizo una canción de las clásicas, de las que yo había ido a escuchar. Me fui mosqueado, sinceramente. Me había gastado una pasta en la entrada y pensé: esto no se hace, es inmoral. Porque tú pagas para escuchar lo que te emociona, lo que conoces, lo que te acompaña. Así que aprendí la lección. Nosotros hacemos un show de 28 canciones. Catorce de ellas son las más conocidas, las que todo el mundo quiere oír: Déjame, Ojos de Gata, Pero a tu lado... todas las clásicas. Y las otras catorce nos permiten rescatar joyas más antiguas, alguna nueva, y canciones que quizás no grabamos como Los Secretos, pero que han sido muy importantes, como Por el boulevard de los sueños rotos, que hice en solitario pero ahora la hemos incorporado y funciona genial en directo.
R.Es un concierto que me encanta tocar. Y aunque llevemos años con algunas canciones, no me canso de ellas. ¿Sabes por qué? Porque ver la cara de la gente cuando suena Déjame, por ejemplo, es lo que me recuerda por qué estoy aquí. Se me pone la piel de gallina. Y eso es lo que queremos en La Línea: entretener, emocionar y agradecer a nuestro público todo lo que nos ha dado.
P.Cuánta generosidad, no todos los artistas tienen en cuenta lo que el público realmente quiere.
R.Bueno, yo lo veo como una obligación. Y lo hago extensible a cualquier artista que quiera ponerse demasiado conceptual o “artístico”. Que sí, que está muy bien innovar, pero si te dejas fuera todas las canciones que la gente ha ido a escuchar... pues la gente se va con cara de: “¿pero este tío?” Y yo no quiero eso. No quiero que nadie salga de un concierto nuestro pensando que no valió la pena.
P.Y ya por último, ¿conoce un poco el Campo de Gibraltar? ¿Tienes algún sitio favorito por aquí?
La verdad es que tengo que reconocer que hemos tocado muchas veces por la zona: La Línea, Algeciras, San Roque... . Pero claro, el ritmo de vida del músico no siempre te permite disfrutar de los lugares. Viajamos en furgoneta, llegamos, prueba de sonido, camerino, concierto… y al hotel otra vez. Los escenarios al final se parecen en todos lados. Y claro, puedes decir “he estado en la playa”, pero en realidad no has visto nada. Lo que sí se queda contigo es la comida (ríe). España es un museo culinario, y cada zona tiene sus delicias. Aunque, eso sí, ya no me puedo permitir comer como antes. Me comía un menú de siete platos y ni lo notaba. Ahora, con medio menú... y me tengo que cuidar el triple.
P.En La Línea están deseando veros, ¿tiene algunas palabras para vuestro público?
R.Somos un grupo con mucha experiencia y sobre todo, con un sentido muy claro de la responsabilidad: si subimos al escenario, es para dar lo mejor de nosotros. No importa si estamos en el Madison Square Garden o en un pueblo pequeño de Albacete. Damos todo, siempre. Si venís a vernos, no os vais a arrepentir. Porque no sabríamos hacerlo de otra forma.
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