El resultado de las elecciones vascas posibilita que el Gobierno de la comunidad autónoma vuelva a recaer en el PNV, aunque haya empatado en número de escaños con Bildu. El PSOE será decisivo y, probablemente, entrará en el Ejecutivo. En este sentido, no hay cambio, pero sí se certifica una tendencia muy preocupante. Los independentistas son los principales beneficiados del respaldo que están dando al Gobierno de Pedro Sánchez. Sumar ya lleva apuntados dos fracasos, los de las elecciones gallegas y vascas, porque el único parlamentario obtenido por Álava es sólo un poco mejor que la nada. El PSOE, por su parte, ha sido el tercer partido en ambas ocasiones. La segunda posición de Bildu por número de votos merece una reflexión. Aunque la izquierda independentista vasca se haya transformado con la disolución de ETA, Sortu, que es el partido hegemónico de esta coalición, fue la fórmula que diseñó Batasuna para regresar desde la ilegalidad, lo que demuestra el vínculo directo de la formación con lo que se llamaba el brazo político de la banda terrorista. Al cabo de 12 años, una parte importante de la sociedad vasca ha perdonado y olvidado con altas dosis de amnesia el dolor que ETA causó en esta comunidad autónoma y en el conjunto de España. Es más, el objetivo primordial de Sortu es la concesión de mayores beneficios a los presos de ETA. Por lo que se refiere al Gobierno de Pedro Sánchez, esto supone el deterioro de una memoria democrática que sí defiende con tanto ahínco para otros hechos. Los datos vascos contienen un aviso. Esa alta presencia de partidos nacionalistas e independentistas en el Parlamento –dos de cada tres diputados son del PNV o de Bildu– se traducirá en un nuevo desafío soberanista cuando una de estas formaciones se vea con fuerzas para romper el empate en el que se encuentran. Que nadie se llame a engaño, quien será el nuevo lehendakari, Imanol Pradales, ha asegurado en varias ocasiones que su opción preferida sería la independencia.